Agenda Cultural UdeA - Año 2005 MAYO | Page 14

ISBN 0124-0854
N º 110 Mayo 2005 supuesto, autonomía no quiere decir aislamiento, msolidaridad, solipsismo, pero al menos sirve para autocontrolarse, autodirigirse, optar entre opciones diferentes, proteger las cosas que uno considera importantes, emprender tareas. Creo que la autonomía es fundamental, y es permitida justamente por la razón. No desarrollar la razón nos hace depender. De hecho, los niños muy pequeños y las personas que, por alguna desqracia, han perdido alguna de las facultades racionales lo primero que padecen es una dependencia de los demás. De modo que educar para la razón es educar para la autonomía, para la independencia. y aquí hay un punto duro de la verdadera educación: los que nos dedicamos a la enseñanza, educamos para que nuestros alumnos puedan prescindir de nosotros. No hay peor maestro que el que se hace imprescindible toda la vida. El maestro que, de alguna forma, sigue siendo maestro siempre, no ya por una veneración a su persona, a su saber, sino porque se hace imprescindible, es decir, porque la materia que explica o que ha intentado ofrecer a los demás está tan vinculada a su persona que no se puede separar de ella y que los demás nunca pueden acceder al conocimiento sin tener esa persona que les guíe y les ilumine; el gurú, en una palabra, es lo contrario del maestro. El maestro, o los padres cuando educan a sus hijos, los educan para que se vayan, para que prescindan de ellos. En la verdadera profesión de la enseñanza hay una cierta dimensión suicida, porque educamos
para que los demás puedan prescindir de nosotros, y los padres también debemos educar para lo mismo, lo cual a veces es duro. Todos los padres, por una parte, queremos reforzar la autonomía de los hijos, pero, por otra, quisiéramos que siguieran manteniendo con nosotros algún tipo de vínculo, de dependencia. Eso es, desde el punto de vista educativo, insano, porque hay que educar para la autonomía, es decir, para la razón. Guardarse claves racionales es la mejor manera de mantener la independencia de los demás. Y el hecho de que hoy los conocimientos humanos sean tan amplios y tan complejos, y estén tan dispersos, a todos nos obliga a estar dependiendo de razones ajenas, es decir, verdaderamente nadie puede saber de todo. Si en cualquier época era raro un Aristóteles que probablemente sabía de todo lo que se podía saber en su época( evidentemente ni siquiera Aristóteles abarcaba todo el saber de la época), hoy sería impensable, porque el tipo de conocimientos actuales excluye la posibilidad de alguien con un saber tan ' omniabarcante '. Entonces, todos dependemos de otras razones yeso es lo que nos da a veces la sensación de estar abrumados, de que todo conocimiento es ínfimo, es ininteresante, porque hay tanto que saber... Por eso hay que intentar potenciar la capacidad racional de asumir inclusive las limitaciones de nuestró propio conocimiento. Una de las características de la razón es asumir los límites del conocimiento y no creer que, por mera acumulación, se puede extender