Agenda Cultural UdeA - Año 2005 JUNIO | Page 8

ISBN 0124-0854
N º 111 Junio 2005 agua o el aire ". Miller, por su parte, nos indica que, en general, hacemos una espacialización del tiempo. Tendemos a pensar " la distancia que separa una era de otra ", o, pensando en el pasado, lo sentimos " lejano " o " cercano " a nuestra vida cotidiana. De modo que, en cierta medida, espacio y tiempo se confunden. Esta introducción intenta delimitar un punto de arranque, aunque sabemos q u e los orígenes del tango se pierden por 1880, a fines del siglo XIX. Ese inicio nos lo muestra " burlón y compadrito ", como lo calificara muchos años después Discépolo. En cuanto a su espacio geográfico inicial, no hay mejor descripción que la que Borges nos diera en su poema titulado Arrabal.
El espacio de los cuerpos en el baile
Según Sergio Pujol, una de las características del Buenos Aires de fines del siglo XIX y principios del XX era que [ sobraban hombres! Parece que la inmigración masiva virilizó la ciudad y faltaban mujeres. Eran otros tiempos... El caso es que esto no explica demasiado la maldición que recae sobre su danza y menos aún sobre aquellos o aquellas que se atrevían a bailarlo en público. Hasta los años 20 las chicas de buena familia no lo bailaban más que con algunos familiares, y sólo por curiosidad... Comencemos por los cuerpos. El tango es un baile de pareja heterosexual, cuya primera figura es el abrazo. Dos cuerpos, entonces, abrazados no auguran nada virginal. Más bien, es, por excelencia, la imagen de un encuentro amoroso entre un hombre y una
mujer. Como señala Pujol en su libro, no es la primera danza donde se toman de la mano, de la cintura y del hombro, respectivamente, mujeres y hombres para bailar. Pero acá hay un plus: Los cuerpos se enfrentan, la mujer se ubica algo ladeada para que el hombre la pueda manejar mejor, llevarla con su mano indicándole el movimiento, marcaria también con su pierna y su torso para hacerle hacer los pasos que él desea. Es el varón quien dicta la coreografía que marcará a su dama. Ella sabrá dejarse llevar. Su cuerpo, aunque en su eje, debe ser " dócil a la marca " para captar lo que el hombre le propone y seguirlo hasta el final. La figura de los bailarines danzando, cuando " se llevan bien ", confunde al espectador: son dos en uno, y, por momentos, se ofrece a la mirada del otro un entrevero tal que no es posible saber a quien pertenece cada parte del cuerpo en movimiento. La marca alude a la dominación: el dueño marca su propiedad, su hacienda, por ejemplo. Pero la marca es también la particularidad, el modo en que alguien deja una impronta en el otro. La bailarina, entonces, deja de ser la hija de, la hermana, la novia o la esposa de, para ofrecer su cuerpo al varón que sepa transmitirle la cadencia de su paso durante el breve lapso que dura la pieza. El tango se camina, es una caminada particular, porque la figura que surge es un espejo. Si el hombre avanza, la mujer retrocede; si la hace girar hacia la derecha, su movimiento es hacia la izquierda. El hombre, entonces, escucha la música, sigue el compás con su cuerpo, camina el espacio