Agenda Cultural UdeA - Año 2004 OCTUBRE | Page 6

ISBN 0124-0854
N º 104 Octubre 2004 segundos contarían con las ganancias generadas por las remesas enviadas por los emigrantes, a la vez que su existencia supondría un alivio en la tensión que producía en ellos el excedente de mano de obra autóctona. Alimentados por la ilusión de la temporalidad de los trabajadores " invitados ", se consideró el sistema " gastarbeiter " como la mejor fórmula de contrato económico entre éstos y la sociedad de acogida, su poniéndose que ambas partes sacarían provecho-aunque no en la misma proporción de este género de contrato. La ilusión de temporalidad se basaba en la idea de que, en condiciones de recesión económica, dichos flujos migratorios disminuirían naturalmente e invertirían la tendencia de modo espontáneo. Semejante suposición resultó ser errónea. A partir de la crisis del petróleo de 1973, al iniciarse la recesión económica que provocaría altos niveles de desempleo, todos los Estados europeos que usaron el sistema " gastarbeiter " comenzaron a imponer duras restricciones a la entrada y a la contratación de trabajadores extranjeros. Pero no por ello se frenó el flujo sino que, por el contrario, continuó aumentando e inclusive se intensificó a lo largo de las dos décadas posteriores. Si a partir de los años setenta la migración neta aportaba entre un cuarto y un tercio del total del crecimiento absoluto de la
población de la Comunidad Económica Europea, en 1990 esta proporción ya superaba los dos tercios. El tema de las migraciones empezó a inquietar a los políticos europeos y a la opinión pública en general. Lo que preocupaba no era tanto el aumento de su significación numérica, como las características estructurales de las migraciones de este período y sus consecuencias no previstas en la época anterior. La novedad más relevante la constituirá el carácter permanente y estable de la inmigración actual. Fallaron las suposiciones sobre las que se efectuó el sistema " gastarbeiter ": el trabajador " invitado " dio muestras, en muchos casos, de no querer marcharse a pesar de la recesión, de desear permanecer como miembro estable en la sociedad que lo había recibido como " huésped ". El deterioro de la situación económica de los países del Tercer Mundo hacía que los inmigrantes, procedentes cada vez en mayor medida de ellos, descartaran la idea del regreso voluntario. Este asentamiento del inmigrante se veía también impulsado por las políticas migratorias de los años setenta y ochenta que propiciaron la reagrupación familiar, el determinante principal de los movimientos migratorios legales de estas décadas. Con la reagrupación familiar se