Agenda Cultural UdeA - Año 2004 OCTUBRE | Page 7

ISBN 0124-0854
N º 104 Octubre 2004 ponía fin al mito del retorno: los inmigrantes hicieron venir a sus familias, si todavía no habían fundado una en el país de acogida. En lugar del modelo cíclico y rotativo previsto de migración laboral como respuesta a incentivos económicos externos, los gobiernos europeos se vieron enfrentados a la resistencia de la propia lógica interna de las comunidades inmigrantes que, tras un proceso de progresiva construcción de redes sociales, conectaban a personas y grupos de diferentes lugares y facilitaban su movilidad, actuaban como sistema de seguridad financiera y como fuente de información política y cultural. " Queríamos trabajadores y vinieron personas ", apuntaría con tino el crítico y corrosivo escritor suizo Max Frisch. Habían cometido el error de suponer que existía una mano de obra en estado puro, como si de un fenómeno derivado de la física se tratase. El reagrupamiento familiar y el carácter permanente de los actuales movimientos migratorios viene acompañado de un cambio en la composición de la población inmigrante en Europa. Ya no son solamente hombres jóvenes, activos para el sector industrial; mujeres, adultos y niños integran los colectivos de inmigrantes en la actualidad. La población extranjera crece, mientras que los activos de la misma disminuyen. La nueva estructura de los grupos migratorios supone un coste social creciente para los países receptores: el reagrupamiento familiar acarrea necesidades de escolarización, atención médica, asistencia social, seguro de
desempleo... Contra toda previsión, aumentaban considerablemente los costos de reproducción de la mano de obra inmigrante en los países desarrollados. A su vez, la presión demográfica y el deterioro actual de las economías de los países de emigración, unidos a las políticas restrictivas adoptadas por los receptores de inmigrantes, iban disparando en éstos últimos la presencia de la inmigración ilegal y propiciando la consolidación de comunidades étnicas segregadas en el interior de la comunidad general. Aumenta sin cesar el número de inmigrantes ilegales, que viven atrapados entre dos necesidades difícilmente conciliables: la de subsistir a base de obtener recursos( para lo cual precisan establecer contacto con el medio), y la de exhibirse lo menos posible, con el fin de evitar su detención o expulsión. Ello les conduce a restringir al mínimo su interacac ción con los nacionales y a vivir en una situación de aislamiento social. Proliferan de esta forma los guetos de inmigrantes, concentrados en reductos urbanos periféricos y profundamente degradados. Los " bidonv ~ lIes " que rodean algunas ciudades de Francia resultan ilustrativos al respecto. El proceso de marginación se acentúa con la concentración de buena parte de los inmigrantes ilegales en la economía sumergida, con su asignación a empleos socialmente indeseables, y con el crecimiento entre ellos del trabajo autónomo en sus formas más marginales. Al contrario de lo que había ocurrido en la etapa anterior, se