ISBN 0124-0854
N º 100 Junio 2004 sensación de que en el mundo, en ese instante, sólo existíamos sus interlocutores; todo él estaba volcado para oir lo que estábamos diciendo, para ver nuestros gestos, la expresión de los ojos y del rostro. Lo miré detenidamente y creí descubrir que uno de sus ojos, el izquierdo, era más pequeño; pero fue una mera apariencia. La concentración de su mente en el interlocutor, provocaba ese reflejo muscular que le daba tan curioso aspecto. Ryszard no sólo ve, además escruta. Estaba sentado al frente mío y, entre los dos, en la cabecera de la mesa, María Fernanda, juvenil y fresca. Durante la mayor parte de la conversación sostuvo entre su mano, la de ella, en un delicado gesto afectuoso que hace parte de su modo de ser. Pienso que es una de las claves para entender su concepción del oficio: " nuestro éxito profesional depende de los otros... la esfera en que desarrollamos nuestra profesión se construye entre nosotros y los otros.. ~ Insisto, el tipo de relación que establezcamos con el otro definirá nuestro trabajo," encuentro anotado en los apuntes de uno de sus talleres. En efecto, alrededor de él ha construido un aura de calidez y simplicidad que explica buena parte de su éxito. Es un éxito que-contra el lugar común no ha tenido que ver con ascensos en la jerarquía de las redacciones. Kapuscinski nunca ha sido director de nada, le ha bastado su condición de reportero y desde ella ha construido el prestigio colosal de que goza en todo el mundo; más bien mira con cierto discreto desdén los cargos que hacen desvivir a los
periodistas en trance de ascensos: " yo nunca he sido director, pero sé que hoy no es necesario ser periodista para estar al frente de los medios de comunicación... los directores y presidentes de los grandes grupos de comunicación no son periodistas. Son grandes ejecutivos." En cambio, ser reportero raso, sin responsabilidades administrativas y con el reto diario de avanzar en el descubrimiento de las riquezas de ese continente por explorar que es cada ser humano y la sociedad que él forma, acumula tantas tareas sobre el periodista que, a veces, le es necesaria una doble vida. En alguno de sus talleres Ryzsard recordaba el duro trabajo del reportero de agencia de prensa, que se tenía que condensar en despachos de 800 palabras que dejaban por fuera, y condenadas al olvido, las expresiones, los hallazgos, las reflexiones que sugería esa realidad. " Mientras mis colegas se iban al bar a tomar whisky. yo me encerraba a elaborar notas que luego se convertirían en libros." " En nuestra profesión, agregaba, el éxito se basa en mantener dos talleres. Es decir, en tener una doble vida, vivir en estado de esquizofrenia: ser un corresponsal de agencia, o un redactor de periódico que cumple órdenes, y guardar, en algún pequeño lugar del corazón y de la mente, algo para sí." Es la de este hombre, a sus 72 años, una vida densa de actividades que le imprimen el talante de un ejecutivo pendiente de su horario. Así lo sentí cuando, faltando un minuto para las tres de la tarde, apareció a la entrada del escenario del auditorio en donde lo esperaba un