ISBN 0124-0854
N º 96 Febrero 2004 el festejo de cada uno : la alquimia perfecta entre la comunidad y el individuo . En este Dos autores hablan del carnaval e lancas y negros , esa fiesta en la que la raza es sólo un pretexto para celebrar contexto , lo fantástico parece evidente y lo evidente se vuelve lúdico . El carnaval es un juego sorprendente y a los participantes se les llama jugadores . No deja de ser curiosa la semejanza con el vocablo que la lengua anglosajona tiene para la actuación : to play . Actuar , jugar , salirse del personaje habitual y desdoblarse en acciones que generan situaciones extraordinarias , que alegran y recrean , estimulando la función expresiva de quienes el resto del año se caracterizan por las costumbres apacibles y el ánimo sosegado . Es ese sentido , el juego redime , transforma la realidad y le abre espacio a una circunstancia donde todos son espectadores y protagonistas de un asombroso divertimento . ¿ De dónde se nutre este derroche de magia y alegría festiva ? No cabe duda de que la respuesta se encuentra en la raigambre y las tradiciones que se han amalgamado y se han enriquecido mutuamente , a través del crisol de los siglos , en los parajes andinos del Valle de Atriz , donde está Pasto y los municipios que circundan la ciudad .
Encuentro de razas y destinos
Los antiguos habitantes de estos territorios eran los señores de la luna : los Quillacingas , vecinos de los Pastos , herederos de influencias legendarias y habilidosos
guerreros que lograron detener la expansión imperial de los Incas , los poderosos hijos del sol . De los Quillacingas debió quedar la sensibilidad , la paciencia , la capacidad para tallar maderas y redescubrir las formas de las piedras y del barro y , seguramente , quedaron los vestigios de impregnadas rituales , y celebraciones del espíritu endino y de la vivacidad de los colores y los ritmos . La presencia española se afincó con fuerza e implantó tradiciones en lo religioso , en lo artístico , en lo idiomático . Algunos investigadores plantean que los sacramentales , la iconografía autos católica , las escenas pastorales , los carros alegóricos y las procesiones majestuosas aportaron los materiales necesarios para que más adelante el ritual sacro encontrara variantes hacia el juego profano , donde se destacan las carrozas y su estética barroca e ingeniosa . Así mismo , la simbología de los esclavos africanos se incorporó como costumbre que bajó desde el Gran Cauca y aportó cierto grado de libertad a las tradiciones carnavalescas . En el juego de la pintica , blancos y negros se vuelven iguales y se borran las antiguas diferencias . Se da el contacto directo , el toque sensual , el desdoblamiento . Una destacada historiadora pastusa , conocida con el seudónimo de Anacaona , escribió que se trata de un " ¡' uego-tatuaje juego-caricia que busca la identi ~ ad c ~ ectiva al ocultar por un día la Identidad individual . Algo así como la afirmación del yo y la disolución del ego en el acontecimiento del todo festivo . Parece que