ISBN 0124-0854
N º 96 Febrero 2004 ambas, el poco o mucho dinero que entraba se gastaba inmediatamente y por eso mismo cuando las circunstancias cambiaron quedaron en la miseria; ellos y sus ciudades y las relaciones de poder se atomizaron, se difuminaron, no se supo más cómo ejercer ese poder ni cómo resistirlo y por eso no hubo a quién hacerle la resistencia simbólica del carnaval. Esas clases se encerraron en los clubes sociales donde construyeron una débil resistencia contra nuevos grupos sociales emergentes que rápidamente se los tomaron, en la medida que muchos de sus socios se convirtieron en emergentes. Allí no tenía nada que hacer el carnaval, estaba condenado a desaparecer [ como en efecto desapareció) y se perdió en cualquier rincón olvidado de un club olvidado. El carnaval va adquiriendo en cada lugar sus propias características, su propia historia y dinámica, por eso son tan diferentes los carnavales aunque mantengan elementos de carácter formal que los asemeje; o también de nombres, como pueden ser la Batalla de Flores y la Gran Parada. Por otra parte, existen fiestas que son propias de cada carnaval, únicas por sus nombres y por el tiempo en que se llevan a cabo, como es el caso de La Guacherna en el carnaval de Barranquilla, o la Familia Castañeda en el carnaval de Blancos y Negros de Pasto. De igual manera pueden aparecer nuevas fiestas o modalidades por la sencilla razón de ser una manifestación cultural. Esa dinámica social y cultural es la esencia del carnaval y, repito, no puede irse a
buscar o a dolerse por los cambios que se puedan dar dentro de él como una traición a una tradición, porque entonces habría que remitirse a las procesiones dionasiacas o al carnaval del medioevo y no existiría ningún carnaval. Desde esta perspectiva, el carnaval ha seguido siendo carnaval, aunque ya no existe lo que pudo en un momento considerarse su eje central, es decir, el ser una fiesta perversa en la medida en que permitía lo que iba a prohibir y de esta manera el grupo dominante [ iglesia, nobleza, aristocracia o burguesía) ratificaba su poder. Pero esas relaciones de poder han cambiado en buena parte, ya no son relaciones de exclusión en las cuales las posibilidades de resistencia simbólicas posibilidades de
quedaban reducidas a formas como el carnaval, donde las confrontación eran manejadas para mayor beneficio del grupo dominante. No, esas relaciones de dominación se han transformado e inclusive se han polarizado: en algunos sectores se han convertido en actos de violencia, y en otras la resistencia como expresión de libertad ha modificado la estructura social. El carnaval se ha transformado dentro de nuevas relaciones sociales de poder en las que las formas de expresión simbólica adquieren nuevas características y excluyen, por un lado, la parte perversa de ratificación de un poder a partir de una permisión y, por otra, la violencia. El carnaval en Colombia, concretamente los de Barranquilla, Pasto y Riosucio muestran el juego de nuevas formas