Agenda Cultural UdeA - Año 2004 DICIEMBRE | Page 43

ISBN 0124-0854
N º 106 Diciembre 2004

Pueblo marea

Tal parece que allí la vida corriera por lapsos: son meses de fiesta para luego quedar en el silencio. El Peñol, pueblo de tradición
Cuenta la leyenda que hace muchos años existió un cura que predijo la destrucción del pueblo. Según él, el viejo Peñol sería devorado por un dragón. Y casi... aunque el fuego cambió por agua, el pueblo sí fue completamente destruido, o mejor, sepultado bajo la represa que lleva su nombre. El viejo pueblo fue fundado en 1774 y allí había hermosas casas, iglesias y la casa museo la única que se libró de la inundación. Muchos no soportaron la idea de cambiar lo que tenían por el nuevo pueblo y se fueron para Cartagena a Montería. Inclusive hoy se puede ver esto en las llamadas: a diario Cartagena y Montería son los destinos después de Medellín a los que más se llama desde El Peñol. Es más, muchos cuentan que la mayoría de los graneros paisas que hay en
Cartagena son de peñolitas. El nuevo Peñol, levantado a finales de los setenta, es un pueblo que más parece una urbanización. Algo así como Altamira, López de Mesa o Tricentenario claro, baján dole unos pisos a los edificios, urbanizaciones abiertas, o casi, que por grandes y por llevar mucho tiempo, se convierten en pequeñas ciudades con una vida propia: no hay que salir, allí se puede encontrar lo necesario. Claro que, a diferencia de las urbanizaciones, El Peñol es un pueblo que vive en un continuo sube y baja. Atrapado
en una zona de tensión y víctima del conflicto armado, el Peñol se debate entre épocas de fiesta, oleadas de turistas y silencios prolongados. Lo curioso es que la gente parece aguardar cada tregua con ansias: apenas pasa " la tempestad ", vuelven los turistas, los amigos, los vecinos. y es que El Peñol es hermoso: el paisaje que se recorre en el camino de Marinilla hasta ese municipio está adornado por colinas, sembradas como una colcha de retazos con diferentes productos. Y de El Peñol a Guatapé está ese otro paisaje, más de agua que de tierra que también cautiva a los visitantes y locales. Pero