Agenda Cultural UdeA - Año 2004 DICIEMBRE | Page 42

ISBN 0124-0854
N º 106 Diciembre 2004 verano es muy intenso. El final perfecto para el recorrido es en el muelle, con un bocachico frito, que en Puerto Berrío tiene un sabor especial, más tierno y gustoso, acompañado por patacón y limonada con agua de panela, o cerveza. y de ahí, la vida es nocturna. En tabernas sin una gota de luz, los jóvenes de Berrío bailan, muy apretados, al ritmo de salsa y vallenato. También la noche trae vida para otra zona: la de tolerancia, que tiene una fama bien ganada. Son más de cuatro cuadras en las que muchos continúan o empiezan la fiesta. y aquí el Puerto juega en serio como tal, pues como dice un " porteño ": " aquí llegan niñas de Bogotá, Medellín, Cali... de todas partes ". y para quienes prefieren hablar, en el parque principal están Los Cisnes, el chismoseadero del pueblo. Desde las seis de la mañana, entre tinto y chanza, se habla de lo divino y lo humano, y a medida que avanza el día, la bebida cambia, pero no la regla del local: el rumor. Cerca de allí está el parque de la locomotora o parque madre, donde muchos se sientan a lo mismo que los anteriores, a hacerle homenaje al refrán " pueblo chiquito, infierno grande ". Aunque de chiquito tiene muy poco, más de 38 mil habitantes y más de 1.100 kilómetros cuadrados. Berrío además está lleno de pequeños detalles que lo vuelven un destino para visitar. Los hermosos ataúdes pintados de rojo, vinotinto, amarillo o gris, fabricados por don Gilberto Córdoba, el hijo del pueblo, quien desde hace más de 30 años trabaja en un negocio para el que " no necesita más de cuatro o cinco muertos para vivir ". Él
se conoce la historia del municipio de principio a fin y su casa es todo un destino turístico: una puerta colorida invita a los clientes a entrar a la fábrica una pieza en la que están los ataúdes, los cristos y candelabros que él fabricó para acompañar los entierros pues no tenía plata para comprarlos, y las herramientas para su trabajo. En la pieza siguiente, separada de la anterior por una cortina que hace las veces de puerta y siempre está abierta, se ve la cama a un lado y en una repisa, un televisor viejísimo al que acompañan grabadora y ventilador de la misma época. También está el bar El centavo menos, el único que tiene luz y en el que bailan los mayores. O la caseta La última lágrima, una suerte de bar a las afueras del cementerio en el que los dolientes se toman la última copa escuchando Con la tierra encima. Berrío es un municipio diverso, de frontera con el río, con Santander, con otros municipios, de pasado glorioso y conflictos fuertes. Un remolino, como el que le dio su nombre original, Remolino Grande, por el que se forma en el extremo sur de la zona urbana en el río Magdalena. Un municipio para recorrer por rieles yagua.