Agenda Cultural UdeA - Año 2004 DICIEMBRE | Page 23

ISBN 0124-0854
N º 106 Diciembre 2004 sacramento. Todos los católicos salen alegres de misa y, aunque esos indios son habitualmente adustos-tienen caras fruncidas-, a esa hora temprana tras la misa, la mayoría sonríe. Los turistas se despiertan con los indios, pero los turistas se dirigen a la estación de Santa Ana para tomar el ac 11 tren hacia Machu Picchu. Van cargados con almuerzos preparados, sombrillas, impermeables y cámaras. Están enfadados, y tienen motivos para estarlo. Les han dicho que si estaban a las seis en la estación, conseguirían plaza en el tren de las siete. Sin embargo, eran ya las siete y las puertas de la estación no se habían abierto. Había empezado a lloviznar y los turistas congregados ascendían a doscientos o más. No hay orden en la estación. Los turistas lo saben y no lo soportan. Los despertaron temprano el día anterior para tomar el vuelo de Cuzco y se encontraron con un gentío en el aeropuerto. Los han despertado temprano para tomar el tren a Machu Picchu, y el gentío es peor. No empujan. Permanecen en pie en el gris amanecer, aferrados a sus almuerzos y murmurando. La mayoría está en una gira de veinte días por Suramérica; han pasado mucho tiempo de ese modo, esperando que suceda algo, y no les gusta nada. No quieren quejarse porque saben que los estadounidenses tienen fama de protestar siempre. Pero están enfadados. Me quedo entre el gentío y espero la oportunidad de decir: « Esto es increíble.» [...) Delante, tras una negra puerta de cumbres, se abría un valle grande y plano, lleno de luz;
los pájaros se inclinaban en el cielo y los salientes de roca como diacríticos sobre vocales, y había vetas verdes, matas aplastadas por el viento, en las escarpadas montañas situadas más allá. En el centro del valle, junto a fucsias y orquídeas blancas, fluía un turbulento río marrón. Era el Vilcanota, que se dirige al norte hacia Machu Picchu, donde se convierte en el Urubamba y continúa hacia el noreste para unirse a un afluente del Amazonas. El río discurría desde Sicuani, dejaba atrás los glaciares de la desmoronada ciudad de Pisaq y ahí, donde estaba silbando nuestro tren, había formado el Valle Sagrado de los incas. La forma de ese valle-tan plano, verde y ocultoen un lugar tan imponente había atraído a los incas. Muchos lo habitaban ya antes de que los españoles entraran en Cuzco, y hasta ahí huyeron otros, manteniendo combates de retaguardia, una vez hubo caído Cuzco. El valle se convirtió en una plaza fuerte inca, y mucho después de que los españoles consideraran que habían borrado o sometido a ese piadoso y civilizadísimo imperio, los incas siguieron viviendo en los refugios de esos desfiladeros. En 1570, un par de misioneros agustinos-los frailes Marcos y Diegocruzaron con fe fanática las montañas y llegaron hasta el valle. Los frailes dirigían una variopinta banda de indios conversos que portaban antorchas e incendiaron los santuarios en los que los incas seguían celebrando sus ritos. Su triunfo se produjo en Chuquipaltra, cerca de Vitcos, donde para mayor gloria de Dios [ el demonio se había