ISBN 0124-0854
N º 106 Diciembre 2004 aparecido en aquel lugar, según decían los incas) lanzaron sus antorchas a la Casa del Sol. A lo largo del río se establecieron algunas misiones [ Marcos acabó sufriendo un espantoso martirio), pero más adelante, donde las montañas apenas se distinguían del cielo. Las ruinas no volvieron a ser holladas. Los valles siguieron durmiendo. Nadie penetró en ellos hasta 1911, cuando un hombre de Yale, Hiram Bingham, con las palabras del « Explorador » de Kipling resonando en la cabeza «< Algo oculto. Ve y encuéntralo. Ve y busca tras las montañas... / Algo perdido tras las montañas. Perdido y esperándote. ¡ Ve!»), encontró en lo alto de una montaña la inmensa ciudad que llamó Machu Picchu. Creyó haber encontrado la ciudad perdida de los incas, pero John Hemming sostiene en su En busca de El Dorado que un lugar aún más remoto en dirección oeste, Espíritu Pampa, tiene más derecho a ese apelativo. Parte del genio inca consistía en saber esconderse en valles ocultos, tras desprendimientos de rocas y al final de escarpadas sendas que se perdían tras las montañas. Su avanzado dominio de la mampostería les permitió construir postas y fortalezas seguras en esas almenas naturales. A los pocos kilómetros de entrar en el valle Vilcanota llegamos a OIIantaytambo; y, de no haber hecho una visita separada a ese lugar, no me habría dado cuenta de la perfección de su emplazamiento, del modo en que las terrazas y los muros de los templos no se veían hasta que uno estaba encima de ellos. Estaban todos ocultos de las vías del tren y el
río, y lo que ves y crees que son asentamientos son torres de vigilancia incas, decenas de metros más arriba, casitas de gruesas paredes en los riscos que ayudaban a los asediados guerreros a descubrir los ataques españoles. Ollantaytambo supuso una victoria; más de cuatrocientos años atrás, un regimiento de soldados españoles dirigidos por Hernando Pizarra atacó esa ciudad y fueron derrotados. « Cuando llegamos a Tambo-escribió un españolla encontramos tan bien fortificada que fue una visión espantosa » La batalla fue sangrienta, y los españoles resultaron vencidos por honderos incas, arqueros amazónicos e incas armados con cascos y rodelas arrebatados al enemigo. Las simetrías incas tienen una elegante magnificencia bíblica: tras esos muros hay jardines colgantes coronados por megalitos de veinte toneladas sacados de canteras situadas a varios kilómetros de distancia y acarreados hasta esa cumbre. No era específica mente una fortaleza; primero había sido un jardín real. [...) Había un arco iris sobre el Urubamba. Los incas eran el único pueblo de la tierra, por lo que sabemos, que adoraba al arco iris. Y en ese momento estábamos cerca de lo que Hiram Bingham llamó « la última capital inca ». El tren se detuvo. Machu Picchu estaba encima de nosotros, oculto tras los precipicios y afloramientos de roca. Los turistas seguían charlado. Le había contado tontamente a Herb Howie que en mi hotel había un Victrola y que había puesto Shanghai Lit. Bert dijo que Ben Bernie había sido un chico de Chicago, y