ISBN 0124-0854
N º 106 Diciembre 2004 mataban a los varones y criaban con regalo a las hembras. Una gran señora que se llamaba Coñori reinaba entre ellas, que residían en más de 70 ciudades labradas en piedra; en la capital había cinco grandes adoratorios dedicados al sol, llamados caranain. Iban vestidas de ropa de lana muy fina, con el cabello largo hasta el suelo, y ceñían sus cabezas con coronas de oro; y tanta era la riqueza de oro y de plata que el servicio de las nobles no era de otro metal; por lo demás, en su tierra había dos leguas de agua salada. Los ingredientes de la leyenda tienen ascendencia mestiza, pues si bien tiene razón Métraux al considerar que la descripción del reino amazónico viene a corresponder a una relación mítica del imperio Inga, no menos evidente resulta la impronta clásica y ofírica. En efecto, las amazonas, que por más señas son de tez blanca y de elevada estatura, viven ora en una isla, ora en una región cercana a un enorme lago, es decir, el mar; y muy cercana a la provincia amazónica se encuentra la especieria, en este caso la canela; por fin, las mujeres guerreras poseen inmensas riquezas de oro y de plata. Así, pues, no todo era caprichoso disparate en el relato de Drellana y de sus hombres: también las amazonas clásicas viven a orillas del río Termodonte o en una isla, bien en la laguna del Tritón de Libia, bien en la India; en la apócrifa carta del Preste Juan, basada en la historia del Pseudo- Calístenes, como se recordará, se fantaseaba acerca de la isla de las amazonas, que por otras partes tenía 1000 millas y estaba
circundada por un río que carecía de principio y de fin. La conexión de las amazonas con un gran río siguió teniendo muy hondo arraigo en la geografía medieval: el Papa Pío 11, situándolas en Europa, les daba como morada la isla que formaban los brazos del río Edil o Ras( el Valga). Pero también hay otras razonas para asociar oro y ríos. En la leyenda que Martín Behaim pone a la desembocadura del Ganges se lee para gran escándalo de E. G. Ravenstein. En el libro del Génesis, se encuentra que la región a través de la cual corre el Ganges se llama Hevilla. Se dice que aquí nace el mejor oro del mundo. En la Sagrada Escritura, en el tercer libro de los reyes, capítulos 9 y 10, está escrito que el rey Salomón envió sus barcos más allá y trajo desde Ofir a Jerusalem este oro y valiosas perlas y piedras preciosas. Esta región de Guilat y Ofir, a través de la que fluye el río Ganges o el agua de Gión, están juntas. Nada menos que la autoridad de la Biblia es invocada para situar en las cercanías de Ofir y el río Ganges siempre que se acepte, claro está, la identificación tradicional entre el Geón y el Ganges. Por tanto, entraba muy adentro de la lógica que se asociara el gigantesco río americano con aquél del que habían hablado los clásicos, fuera éste el Termodonte o el Ganges; en la formación del consabido esquema actúa, pues, como poderoso acicate la visión de un majestuoso caudal acuático que activa los resortes de la imaginación. Como era de esperar, Orellana parte de ideas preconcebidas, pues en aquel