ISBN 0124-0854
N º 98 Abril 2004 muerte del personaje en la primera obra; cuando reapareció vivo y convertido en árabe en la segunda, el público sufrido no pudo soportar la afrenta y descargó su ira contra los asientos. El bando del alcalde juzgando al cine como máquina de ilusión, poco satisface al sector popular quien entiende haber sido victima de « un nuevo y aparatoso asunto de gitanos »; dispuesto a no llorar fingidas aventuras opta por no acudir más a ese espectáculo. En las páginas de El amor en los tiempos del cólera también el cine se hace presente. Galileo Daconte, el inmigrante italiano, es quien abre el primer cine. A él acuden Jeremiah de Saint-Amour, el refugiado antillano, y el doctor Juvenal Urbino, como puntuales espectadores que sustituyen la novedad de la proyección por la cotidiana partida de ajedrez. Y en otro salón, a cielo abierto, que Daconte instaló en las ruinas de un convento, verán Saint-Amour y su cuarentona mulata negra Sin novedad en el frente. En la misma sala veraniega se estrenará Cabiria, apoyándose la publicidad en el nombre de D: Annunzio; Leona Cassiani seguirá las peripecias con el alma en un hilo mientras Florentino Ariza se dejará vencer por el peso del drama hasta conseguir un sueño reconfortante. El mundo del cine es para García Márquez tan conocido como el del periodismo; si tomamos en cuenta sus propias
declaraciones, tanto uno como otro han sido decisivos para su formación como escritor. En la « conversación infinita » que mantenía, tras el éxito mundial de Cien años de soledad, con Fernández Braso, hacía una declaración tajante: « Mi experiencia en el cine ha ensanchado, de una manera insospechada, mis perspectivas de novelista ». Rememora frecuentemente el colombiano sus veleidades cinematográficas; no le guarda mal recuerdo, pero reconoce que, en cuanto creación multitudinaria, el cine no permite al escritor más que un lugar secundario; un guión que ha sido trabajado durante un año, corregido y transformado en diez ocasiones, puede queda!' se en una escena de dos minutos, respecto de la historia original, « en la que un pisto lero tejía un par de calcetines »; el escritor es « apenas una pieza de un engranaje descomunal ». Los libros que preceden a la más famosa de sus novelas parece que están entorpecidos por la creencia de que el cine es el medio de expresión perfecto « por su tremendo poder visual »; por ello, esos títulos primeros están escritos desde las perspectivas del hombre que ha queri do ser cineasta: las escenas y los personajes están visualizados y descritos como si los retratara la cámara, y el tiempo yel espacio novelístico acusan influencias cinematográficas; sin incurrir en paradojas, la