ISBN 0124-0854
N º 98 Abril 2004
La aproximación del cine y la televisión a la literatura puede no ser deseable, aunque es siempre comprensible. Qué mayor tentación puede haber que la de utilizar argumentos, personajes y hasta diálogos ya delineados, en lugar del fatigoso y no siempre fructífero trabajo de inventar historias y situaciones nuevas. Haber comenzado la televisión regional de esta parte del país con un cuento antológico de nuestra literatura es, en cierta forma, una declaración programática. Pero la elección más delicada no era la del material mismo sino la de los encargados de elaborado. Que pase el aserrador es un hermoso cuento, lleno de vigorosas observaciones y vital humor, característico, prototípico. Pero la transcripción literal, apegada, productiva, dentro de los cánones acostumbrados por nuestros cuentos televisivos, hubiera sido desastrosa a más de inútil. En estos casos basta saber que el cuento existe, que se puede leer en pocos minutos y que este tipo de versiones no tienen nada que aportarle. Víctor Gaviria emprendió un camino distinto. Que pase el aserrador es para él, la forma literaria concreta de un espíritu, de unas experiencias, de una cultura, de un modo de ser y de hablar de los que él forma parte. A él, como autor cinematográfico, el cuento le evoca las propias vivencias y las que una tradición le ha transmitido. Gaviria no cayó en la trampa de querer contar el cuento de Jesús del Corral sino que emprendió su
propio cuento, un cuento hecho con otro lenguaje y que de común con el literario sólo
tiene un hilo argumental, ciertos rasgos y un mismo espíritu. Que pase el aserrador, " la película ", es, antes que cualquier cosa, una obra de Víctor Gaviria, con unos personajes estrechamente emparentados con los de sus otras obras, con un ritmo y una manera de contemplar la realidad que es la suya. La narración del señor del Corral es sanguínea, abierta y emprendedora, la de Gaviria es poética, nostálgica, llena de extraños presentimientos y evocaciones, casi mítica. Estas diferencias de visión transforman a los personajes, los dirigen hacia otras dimensiones. Algunos apenas esbozados en el cuento, como la condesa o el otro aserrador [ descrito sucintamente como " un pobre majadero ") asumen una fuerza y una