ISBN 0124-0854
N º 98 Abril 2004 y la filosofía sadiana, durante mucho tiempo escondida e intencionalmente olvidada. Pero para Buñuel era algo más que un simple homenaje o recuperación de un escritor, era algo mucho más personal dada la fascinación que sentía por la filosofía de Sade, hasta el punto de, como señala Sánchez Vidal, " proponerle una moral de recambio frente a la cristiana.(...) La evolución de Fabre a Sade es una de las claves del tránsito de Buñuel entre Un perro andaluz y La edad de oro ". Por encima de todo, lo que Buñuel más apreciaba del pensamiento sadiano era lo referente a la imaginación como instrumento de liberación del hombre. Imaginación sin límites, sin cadenas que la coarten. Imaginación como fuente infinita de placer, de placer extremo. Sade decía que " los placeres más intensos son hijos de repugnancias vencidas ". La afición del cineasta de dejarse llevar por la imaginación, de caer en un estado semiconsciente, de ensoñación étnica, se refleja claramente en su cine. Destacando, por su afinidad sadiana, películas como: Viridiana, con la fantasía de violar a una monja sedada; Belle de jour, con su catálogo de perversiones sexuales; o La vía láctea, donde retoma a Sade de forma explícita. Buñuel se rebela así contra el pecado de pensamiento, que frecuentemente le atormentaba durante su adolescencia; contra el afán del catolicismo por llegar a todos los rincones del alma humana. Al igual que Sade, todo este tipo de fantasías, normalmente asociadas al sexo y a la muerte, se quedan
simplemente en eso, en desbordamientos y juegos de la imaginación, plasmados en celuloide o, en el caso de Sade, en los muchos manuscritos que escribió en las diferentes mazmorras e instituciones mentales donde fue recluido por razones políticas o pequeños escándalos magnificados por la puritana sociedad francesa del siglo XVIII. Como indica Octavio Paz, la diferencia de Buñuel con respecto al pensamiento filosófico de Sade, se refiere al límite que existe en el cineasta y que no se da en la mentalidad sadiana: la figura del hombre. Sade " destruye a Dios pero no respeta al hombre ", mientras que Buñuel, como muchos de los integrantes del surrealismo bretoniano, confía en el hombre, pero en un hombre no contaminado por Dios. Este " humanismo ateo " llevará a la exaltación que el surrealismo hace de la pasión humana,-que será el tema principal de La edad de oro-, sin frenos ni ataduras sociales o religiosas, el amour fou que predicaba Bretón en sus escritos y que, según Buñuel, era casi imposible dado que " ninguna sociedad organizada favorece el amor ". Para Buñuel, luego de la lección de Sade, siempre queda la imaginación y el mundo onírico ya que, como proclama de forma contundente Octavio Paz: " Basta que un hombre encadenado cierre sus ojos para que pueda hacer estallar el mundo ".
Tomado de Minotauro Digital, Julio. 1999