ISBN 0124-0854
N º 98 Abril 2004
Un ejemplo de distinto signo lo constituye Manuel Puig, argentino, quien tras ser ayudante de dirección de Vittorio de Sica, René Clément y Stanley Donen, renuncia al mundo del cine como expresión para refugiarse en la novela; porque el cine-a su modo es otra forma de lucha, porque no es posible prolongar como creador la pasividad del espectador, porque es conflicto permanente, Puig pierde su vocación cinematográfica. Tras unos guiones que rezuman mucho cine visto, sentido, vivido, nacen, uno tras otro, sus ya famosos títulos: La traición de Rita Hayvvorth, Boquitas pintadas, El sueño de la mujer araña, The Buenos Aires affair, Pubis angelical. Maldición etema a quien lea estas páginas. Se trata de una literatura que supura cinematografismo en sus técnicas narrativas. Concretamente, en El beso de la mujer araña, esta técnica se inscribe dentro del más puro « objetivismo fílmico »; el narrador omnisciente ha desaparecido para presentar, solos y en primer plano, a sus dos personajes, Luis Alberto Molina y Valentín Arregui, homosexual y activista político, respectivamente. En notas de pie de página, el novelista copia y resume textos teóricos, fundamentalmente de tipo freudiano, justificativos de la conducta que determina y ejemplifica en sus personajes; se trata de lograr un contraste a la vez que un apoyo, entre estos « documentos objetivos » y la interpretación subjetiva que supone la narración-diálogo; por ejemplo, opiniones de
D. J. West, teorías sobre el origen de la
homosexualidad. En la segunda parte de la obra, como en un guión cinematográfico, se especifica quiénes son los personajes director de prisión, procesado antes del coloquio entre ambos; en ésta, el discurso objetivo se logra mediante unos documentos burocráticos que con tal lenguaje narran e informan sobre las actividades del protagonista excarcelado. de modo semejante a como Vargas Llosa lo hace en Pantaleón y las visitadoras. El otro aliciente cinematográfico que ofrece El beso de la mujer araña es el acierto y la ocurrencia de poner en boca del prisionero argumentos de películas famosas con los que intentan escapar del tedio que les supone las infinitas horas de cárcel; quizás. una forma de hacer « ingresar en el sueño » a los personajes. Como esos guiones primeros impregnados de cine visto. el novelista tiene una capacidad especial. no ya de condensar el argumento del filme. sino de lograr con él una tensión dramática. de expresarlo en lenguaje coloquial y popular, de lograr la fascinación del otro personaje y trasmitirselo al lector; se trata de un procedimiento normalmente utilizado por Puig: los elementos de la cultura « pop »