Agenda Cultural UdeA - Año 2003 NOVIEMBRE | Page 26

ISBN 0124-0854
N º 94 Noviembre 2003 como en Martinica, llevarán a estos artistas a emigrar hacia Francia y África, en busca de un muelle para desarrollar una modernidad implicada en la identidad ancestral y social, ajena a las corrientes que se enfrentaban en Europa y en Estados Unidos de Norteamérica. Martinica se mantendrá hasta hoy como el centro de la vida artística del espacio francófono, debido a la importante influencia de sus intelectuales, como Edouard Glissant y Patrick Chamoiseau, que se implican en la creatividad insular, y participan en los debates de las tendencias y orientaciones del arte y de las letras. Glissant, desde París, abrió a partir de los años cincuenta un diálogo entre escritores y artistas plásticos interesándose por las obras de los latinoamericanos Matta y Segul, hasta crear influencias y confluencias entre escritura y línea. Tener por faro un filósofo y poeta de dimensión internacional supuso para muchos creadores plásticos de los años setenta y ochenta una gran corriente de apertura en el mundo. Artistas como Michel Rovelas de Guadalupe indican una nueva generación de pintores a partir de los setenta, que prescinden totalmente de los parámetros de tendencias comerciales o mercantilistas, que llegan desde París. Los artistas de su generación se mueven en torno a una mirada hacia los maestros latinoamericanos y cubanos, motivados por pertenecer a una coherencia de unidad histórica y cultural. El
sistema de gestión cultural descentralizado de Francia, ofrece a sus departamentos de ultramar, y a los creadores de esas islas, como son Guadalupe, Martinica y Guyana, posibilidades de enlace con las Bienales de Cuba y de Santo Domingo, a partir de los setenta, motivando puentes importantes con Cuba y Haití, que desarrollan una influencia y una gran referencia en los artistas más recientes, o de la generación del ochenta. Los cubanos Ana Mendieta, Jesús De Armas, Mendive, Moisés Finalé, y Zaida del Río han suscitado en muchos creadores francófonos correas de investigación en las nuevas generaciones, marcadas en el artista guadalupano Bruno Pédurand. Cuba es, para este espacio caribeño, un barril sin fondo. Los instaladores como Latamie y Breuleur se plantean un trabajo tridimensional con una intensidad dramática inspirada en los acontecimientos humanos inmediatos e históricos, líneas seguidas desde la década de los ochenta, por José Bedia y KCHO. No se puede evitar citar artistas como el guadalupano Philip Thomarel, que hace su obra desde París, con planteamientos experimentados desde África, y connotados por su experiencia de práctica artística con el maestro africano de Costa de Marfil, Ouattara. Thomarel marca una etapa de capitalización visual. Es un artista caribeño que se desplaza y manifiesta con las corrientes abiertas desde la nueva figuración