Agenda Cultural UdeA - Año 2003 NOVIEMBRE | Page 21

ISBN 0124-0854
N º 94 Noviembre 2003 destaca la elevada sociabilidad comunitaria del hombre africano, que ha sido heredada por sus descendientes culturales en el Nuevo Mundo: " El negro es quizás el más gregario de los seres humanos; su mayor goce está en divertirse con sus compañeros en bailes, comparsas; y quizás su mayor pena sea su soledad por haber caído en impopularidad y ridiculez ante sus convecinos. Un negro africano misántropo o misógino sería muy difícil de hallar ". Otro rasgo de aliento afro de la danza caribeña es la apropiación expansiva del espacio. El bailador se siente y es de hecho dueño del lugar y del tiempo, o como diría Ortiz " el danzante concurre a su propio espectáculo ", y por tanto es propietario de los objetos, de las personas y hasta de los tambores y de su música, aunque no sea Changó. El bailarín montado o poseso es dueño de la fiesta, es decir, rey que exige ser atendido y reconocido por los presentes. Esta regularidad genérica se presenta en la casi totalidad de las danzas afrocaribeñas de corte religioso y también en aquellas consideradas profanas.
Podemos observar ese rasgo en las danzas abakuá, rumbas, santería, bembé, palo monte, yuca, vodú, bomba, gagá, tajona y conga. El bailador aspira a una jerarquía dentro de la fiesta; en esos momentos de euforia posesiva se expresa a través del movimiento de su cuerpo. Se produce una
entrega total al espíritu de la música y de la danza, pero siempre con sentido de participación, anímica y sicológica, de la comunidad congregada para la ocasión. El danzante afrocaribeño continuamente crea una ampliación del círculo que sirve de escenario natural para su actuación, ya sea individual o colectiva; puede darse en una casa, en un patio, en un batey, bajo una ceiba, en una calle, o en una plaza. La apropiación expansiva colectiva de la vía pública ya ocurría en La Habana del siglo XIX cuando se celebraba la fiesta afrocubana del Día de Reyes. En Santiago de Cuba, desde hace más de cien años, los cabildos, las congas, tajonas y paseos deambulan por callejones y calles en los días del carnaval. Sensualidad y erotismo son particularidades muy notorias de las danzas y pantomimas afrocaribeñas. Contra ellas arremetieron las iglesias cristianas y los representantes de las administraciones coloniales en América. En particular el etnocidio cultural iba dirigido contra los cultos religiosos, la música y la danza, considerados como pecaminosos, diabólicos e inmorales. Esas danzas son supervivencias de ritos de fertilidad que debían favorecer la caza, la ganadería, la agricultura, la procreación de la naturaleza y de la etnia o tribu. El carnaval, y en particular el danzar rítmico procesional de la conga cubana crea un ambiente de relajamiento del orden establecido y de liberación colectiva. El