Agenda Cultural UdeA - Año 2003 JUNIO | Page 8

ISBN 0124-0854
N º 89 Junio 2003
La Inquisición se mueve más lenta y cuando llega los diablos se le han filtrado a través de las espesuras de la manigua. Pero también la Inquisición llega cansada, dispuesta un tanto a hacerse de la vista gorda y de la garra mellada, mientras los discípulos del diablo no alboroten y se reduzcan a sus menesteres diabólicos antes que entrarse en conjuras-a cambio de conjuros- contra los poderes estab \ ecidos. El diablo y sus seguidores sientan primeramente sus reales en la costa. El clima ardiente sobre el vaho malsano de los bosques va mejor a su caliente natural. Los calveros de la selva caribe dan mejor luz para la noche del aquelarre. Y la tierra americana les da la oportunidad de esfumarse, de evadirse de las viejas fórmulas inquisitoriales.
Los inquisidores maliciosos sienten su malicia enervada con el nuevo clima. Y el destino de frustración de la Inquisición en América dará lugar al nacimiento de un nuevo capítulo, distinto, de la historia de la brujería.
Pero los conquistadores españoles llegan y ven las cosas de manera diferente. El diablo que traen consigo les está esperando en las muecas de los ídolos desde lo más antiguo de los tiempos. Está detrás de las piedras de los sacrificios, encarnado en las divinidades contra las cuales van a luchar. Sus representantes, magos y curanderos ejercen su oficio libremente, e incluso en las fiestas de adoración de sus dioses descubren la presencia inquieta del sabbat. Durante años luchan misioneros y conquistadores para
desarraigar las creencias idolátricas. Éstas quedan ocultas, latentes, a pesar de toda clase de castigos. En el siglo XVIII la Inquisición de México conminaba a los indios en un edicto que cita Fernando Benítez:
( 1) " Destruid los ídolos, echadlos por tierra, quema ~ confundid y acabad todos los lugares donde estuvieren, aniquilad los sitios, montes y peñascos en que 105 pusieron, cubrid y cerrad a piedra y lodo las cuevas donde los ocultaron para que no se os OCU " J al pensamiento su memoria; no hagáis sacrificios al demonio, no pidáis consejos a los magos ¡ encantadores, brujos maléficos, ni adivinos, no tengáis trato ni amistad con ellos, ni los ocultéis sino descubridlos y acusadlos; aunque sean vuestros padres, madres, hijos, hermanos, maridos o mujeres propios; no oigáis ni creáis a los que os quieren engañar, aunque los veáis hacer cosas que os parezcan milagros, porque verdaderamente no lo son, sino embustes del demonio para apartamos de la fe...”
El demonio se presumía, pues, existir ab initio en las tierras americanas. Y por la maldad de su misma existencia bueno era cualquier procedimiento de incitación. Las religiones vernáculas tuvieron sus mártires cuyas ejecuciones nacieron de procesos en los cuales los hispanos descubrieron la cara del diablo a través de la mueca ingenua de los ídolos. Don Toribio Medina( 2) relata cómo Felipe 11 estableció, el 25 de enero de 1569, un Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en