Un fragmento de la llegada del diablo y " sus " brujas a América, donde ya tenía su sede por cuenta de ídolos, hierbas, conjuros y hechicería
ISBN 0124-0854
N º 89 Junio 2003
en el reino de buzirago
Por: Pedro Gómez Valderrama
Un fragmento de la llegada del diablo y " sus " brujas a América, donde ya tenía su sede por cuenta de ídolos, hierbas, conjuros y hechicería
Un mucho en las carabelas del Descubrimiento, otro tanto en la faltriquera de los conquistadores y en la mochila de los aventureros, y el resto-no pequeña parte- en la valija de los inquisidores, realizó el demonio la aventura del cruce del mar. El Diablo, más bien, con mayúscula, que el demonio; diablo es voz acaso más familiar e íntima, con menos toques de solemnidad.
y este cruce del mar probaría, para los incrédulos, que la clasificación de los diablos en fuerzas de tierra, mar, aire, fuego, tinieblas y subsuelo, dada por Psellus en el siglo XI, no iba descaminada. Y comprueba la afirmación del obispo escandinavo Dlaf Magnussen, quien sostenía o. ue \ os diab \ os eran excelentes
navegantes por su poder sobre los elementos que les permitía suscitar vientos favorables.
Como tampoco iba descaminado el diablo en su desplazamiento. Confundido en las cohortes harapientas de los conquistadores, llegó sano y salvo, y acaso primeramente, á las playas de Tolú. Los barcos negreros sirviéronle de transporte y las caras oscuras de los africanos hacían menos notorio su hocico de tizón entre la peonada que construía ciudades y arrancaba montes en extensiones aptas para la codicia de un sátrapa tropical.
Menos conspicua aún y eficazmente devota llegó su milicia de yerbateras o herbolarias, de saludado ras y alcahuetes.