Agenda Cultural UdeA - Año 2003 JULIO | Page 17

ISBN 0124-0854
N º 89 Febrero 2003 habían de hacer era ir a la gran laguna de Guatavita a ofrecer una ceremonia para la que se construía una gran balsa de juncos, que aderezaban y adornaban con lo más vistoso que podían. Metían en ella cuatro braceros encendidos en los que quemaban mucho maque un sahumerio y trementina con otros diversos perfumes.
A este tiempo desnudaban al heredero en carnes vivas, lo untaban con tierra pegajosa y lo empolvoreaban con oro en polvo y molido, de tal manera que iba cubierto todo de este metal. Metíanle en balsa, parado, y a los pies le ponían un gran montón de oro y esmeraldas para que ofreciera a su dios. Entraban con él en la balsa cuatro caciques, los principales, muy aderezados de plumerías, coronas de oro, brazaletes, chagualas y orejas de oro, también desnudos, y cada cual llevaba su ofrecimiento.
Al partir la balsa de tierra comenzaba la algarabía: cornetas, fotuto s y otros instrumentos, y con esto gran vocería que atronaba montes y valles, y uraba hasta que la balsa llegaba al medio de la laguna, de donde con una bandera se hacía la señal para el silencio.
Hacía el indio dorado su ofrecimiento echando todo el oro que llevaba a sus pies en el medio de la laguna y los demás caciques que iban con él hacían lo propio.
Una vez hecho esto abatían la bandera, que estaba levantada durante todo el tiempo que gastaban en el ofrecimiento. La balsa partía y
comenzaban de nuevo la gritería, gaitas y fotutos, con muy largos coros de bailes y danzas a su modo. Con esta ceremonia recibían al nuevo electo, y quedaba reconocido por señor y príncipe.
El rito del legendario baño del Dorado tiene su origen en la leyenda de la Cacica infiel, mujer muy bella, esposa del Guatavita y preferida suya, quien entabló amores con un caballero de la corte, amores que fueron sorprendidos y quisieron ser castigados. Se implantó como pena que tanto el caballero como la Cacica debían purgar su crimen, y ella en un banquete comió sin saberlo el corazón de su amante. Al darse cuenta, la Cacica huyó de allí en compañía de una doncella y de su hija primogénita, hija del Guatavita, y se precipitó en la laguna. El Cacique, que tanto la quería, ordenó a sus hombres buscarla, pero retornaron con la noticia de que se había desposado con el Dragoncillo, Rey de la Laguna, quien se había prendado de ella por su gran belleza.
El Cacique desesperado pidió que le restituyesen por lo menos su hija, que le fue devuelta muerta y sin ojos. Desde entonces, en noches de luna llena, la Cacica aparecía sobre el lago vaticinando extraños sucesos, y el cacique comenzó a lIevarle ofrendas de oro y a pedirle consejo para su pueblo.
Adaptado del texto sobre la leyenda del Dorado de Frances Osborl Robb-traducido por Franc Longorra- y Juan Rodíguez Freyle( 1936), en www. humanitiesInteractve. org; y de la leyenda de Cuatavita de Esteban lerardo, en www. temakel. com
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