Agenda Cultural UdeA - Año 2003 DICIEMBRE | Page 23

ISBN 0124-0854
N º 86 Febrero 2003 publicaba algún escrito suyo. Era hijo de italiano, pero nacido en tierra de caimanes, en Cerro de San Antonio, cien kilómetros al norte de Plato por la misma orilla del río: antiguas tierras de los indios chimilas que utilizaron este reptil como trampa mortal contra el invasor español, y que, según Reichel-Dolmatoff, llegaron a representarlos en figuras de barro cocido. Con tal registro de heredad, además ilustrado con sus lecturas del mundo que lo relacionaron con centauros, pegasos, minotauros y toda clase de seres mitológicos mitad hombres, mitad animales, no resulta extraño que por el año de 1940 la idea de un hombre que se vuelve caimán girara en la cabeza del señor Di Filipo. Por esos días, Plato era una población sin acueducto y la gente se bañaba en los caños del río, siguiendo, por imposición de la alcaldía, horarios diferentes para hombres y mujeres. Saúl Montenegro, destinado a la fama de caimán, moraba muy cerca de esos canales en la misma cantina donde despachaba licor. Todos los días pasaban por ahí grupos de mujeres que iban a bañarse: él las veía pasar y era como si le repasaran un angustioso deseo. Mujeres de piel del color de la canela, cubiertas de vestidos y recato que un momento después dejarían caer en las orillas del río. Saúl salía detrás y, sin ponerse romántico, pero sin desanimarse pensando en el noveno mandamiento de la Ley de Dios o en los maridos furiosos, se
sumergía en las aguas, silencioso como un animal y, escondido en junquillos y otras plantas acuáticas, gozaba viéndolas. No se sabe cuánto gozó. El día que lo descubrieron, medio pueblo le cayó encima. Las mujeres lo malhablaron, los hombres lo machacaron, se manoseó su nombre en todas las conversas y la policía intervino para encarcelarlo. Di Filipo, siempre festivo y atento, aprovechó el incidente: lo escribió. Le agregó momentos, dramatismo y desenlaces hasta embrujar a Saúl Montenegro con un brebaje traído de la Alta Guajira ' que le permitía la doble condición de hombre y de caimán, con la que, si se le antojaba, podría vivir en el río en medio de la desnudez explícita de todas sus vecinas. Di Filipo murió allí mismo en 1962 cuando aún era profesor. Aquel suceso, que había escrito y probablemente divulgado en La Prensa, gozaba de alguna fama, en especial por la canción de Peña randa, ya grabada en varios países. El día de su muerte lo acompañaba un alumno suyo, un muchacho que lo llamaba " mi amigo viejo ". Era Edgar Elías Romanos Moisés, plateño, hijo de libaneses que llegaron a Colombia al
principio de este siglo. Sobrecogido por la