ISBN 0124-0854
N º 86 Febrero 2003 este Belén de sus alas sacratísimas, a donde Cristo Uno y Trino baja a cada instante a esta vida transitoria. Cristo no muere en el hombre, ni del alma del hombre se separa. Si los pecadores le cerramos las puertas; si lo arrojamos fuera, Cristo vela a la entrada. Cristo golpea, porque padece sed de almas. ¿ No son ellas sus templos predilectos? Él sabe cómo entra; Él sabe cuándo llega: al uno lo arranca del alcázar de la salud, de la opulencia, para postrarle en el estercolero de todas las miserias; le habla al otro desde la zarza llameante e inconsumible del Horeb; derriba a éste del caballo de su soberbia; a aquél le muestra la podredumbre del ídolo terreno, que le robara un alma suya. Cristo habla siempre por más que no le oigamos. y en este mes venturoso de fin de año, la tierra misma habla por Cristo. ¿ No la has sentido? Sí: los corazones se dilatan; toda tristeza halla consuelo; todo dolor tiene alivio; hasta en los espíritus que apagaron sus antorchas centellean vislumbres providentes; y hasta aquéllos que se han tapado los oídos, llegan los ecos del misterioso canto. La tierra toda; la tierra con sus seres animados, con sus cumbres y sus mares, palpita de alegría desde sus entrañas abrasadas. ¿ Cómo no ha de sentir el júbilo divino? La tierra celebra, con el cielo, el Natalicio Único, que hizo de ella, tan pequeña y tan humilde en el Cosmos, la sede moral del universo, entre los millones de orbes que ruedan por lo infinito. Ved, si
no, a esta patria abatida por la pobreza; ved esta prensa, que, no toda sacrifica en el Moria místico; vedla a una con los ángeles y los pastores; ved esta Antioquia, en ruina y en afanes. Ahí va la caravana que lleva sus ofrendas; ahí va, feliz y sonreída. El sendero la regala con sus fragancias campesinas, el éter con su oxígeno, el firmamento con su azul; la caridad la empuja, los nuncios celestiales la contemplan, la estrella la encamina. Ahí van los pastores con la leche cuajada de sus ovejas, con el limpio vellón de sus corderos; ahí van los magos con el oro de este suelo empobrecido, con el incienso de sus adoraciones, con la mirra de sus actuales amarguras. iQué dulce esta Divinidad recién nacida que acoge los dolores de los hombres como el mejor tributo a su realeza! iQué humilde este Dios que recibe en su mano omnipotente el óbolo que se da al necesitado; que lo santifica antes de que el necesitado lo reciba! Ahí va la caravana con el cargamento que entre todos recogiera la caridad; ahí va, camino de aquella casa de Simón el Leproso, tan frecuentada por Cristo desde que anduviera por el mundo. ¿ Quién se hizo sordo a este reclamo de Belén? Industria, comercio, los pocos ricos, los muchos pobres, todos acudieron solícitos. Dineros, muchos dineros para repartir entre los enfermos; alimento, mucho alimento sano y nutritivo para los hambreados; telas en abundancia para los desnudos; para la