ISBN 0124-0854
N º 82 Septiembre de 2002
Tiempo después se abrirá un nuevo capítulo de encuentro, la llegada de los exploradores y viajeros con intereses científicos. Gracias a los Humboldt, Bovalius y Middendorf, las culturas prehispánicas comenzarán a sorprender al mundo entero a partir del nacimiento de la arqueología nativa.
De las carabelas al Kon Tiki Finalizada la Segunda Guerra Mundial la social democracia nórdica operó como gestora del nuevo contrato social que comenzó a reconstruir a Europa. Casi enseguida los Estados Unidos y la Unión Soviética se olvidaron de todo y congelaron la guerra fría. América Latina, como consecuencia, absorbió la radicalización del conflicto en el escenario cubano y en el paulatino surgimiento de dictaduras militares promovidas por Washington.
En cada país sudamericano la extrema izquierda y la extrema derecha alinearon fuerzas con sus respectivos focos de influencia y se enfrascaron en una lucha atroz. Nuestras izquierdas reformistas, aisladas y casi a la deriva, encontraron en aquellas socialdemocracias del norte de Europa a los únicos interlocutores dispuestos a compartir tanto el rechazo al comunismo
soviético como a las pretensiones hegemónicas de Norteamérica.
Iniciada la década del setenta dos sucesos de idiosincrasia diferente, pero cada uno no menos influyente en el destino continental, actualizan las relaciones con las socialdemocracias nórdicas: el degüello del gobierno popular de Salvador Allende en Chile y el triunfo revolucionario sandinista en Nicaragua. Promediando aquellos años la guerra civil en El Salvador y el golpe militar en la Argentina profundizaron aún más los lazos solidarios.
En los posteriores años ochenta a las emigraciones causadas por exilios políticos se sumaron la búsqueda de horizontes económicos y la reunión de familias. En 1990, sólo en Suecia, el número de latinoamericanos censados promediaba los 50.000. Gabriel García Márquez al recibir el Premio Nobel otorgado por la academia sueca en 1982 dijo que:“ El país que se pudiera hacer con todos los exiliados y emigrados forzosos de América Latina, tendría una población más numerosa que Noruega”.
Fueron años de un manifiesto florecimiento general de las relaciones bilaterales. Los partidos políticos nórdicos, y sus fundaciones satélites,
intensificaron vínculos luego de los períodos duros de nuestros gobiernos militares. El apoyo a las incipientes democracias aportó alternativas de apertura frente a la lógica cerrada de los Estados Unidos. Los estados escandinavos y neerlandés derivaron casi toda su cooperación a través de las ONG especializadas en derechos humanos, desarrollo social y protección ambiental.
Por aquellos tiempos llega y se instala con sorprendente recepción la figura del Ombudsman, el defensor del pueblo. Una vez más, países que no habían ni siquiera iniciado su tránsito por la modernidad, adoptaron modelos aislados que eran prototipos funcionales de otros sistemas democráticos reales y efectivos.
Si bien la transposición se fundamentó en valoraciones plausibles – tales como el reconocimiento de las nórdicas“ culturas de la responsabilidad” y en, quizás por candorosos afanes modernistas, los Ombudsman que poblaron los municipios sudamericanos –, en la mayoría de los casos, no pudieron vencer las " roscas " burocráticas y corporativistas de las administraciones públicas locales. Y he aquí entonces un ejemplo concreto de los riesgos que corremos al suponer que todo lo que resultó bueno en alguna parte