ISBN 0124-0854
N º 82 Septiembre de 2002
Estatua de Federico VII( Tomado |
de: Jonathan Rutland, Visitando |
Dinamarca, |
Ed. |
Molino, |
Barcelona, 1975) |
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cualquier otra parte del mundo. Una tierra donde los grupos de elite, que aún concentran poder y dinero, han blindado sus autos, cerrado los portones en los clubes, minado sus mansiones con alarmas láser, erigido garitas con guardias armados y estacionado helicópteros en las azoteas de sus empresas. Afuera, como siempre, los pueblos deambulan a los tumbos en círculos dantescos.
El destino escamoteado Una mirada breve pero crítica nos permitió tropezar con algunos rastros pintorescos: carteles de narcotraficantes, empresas de secuestros exprés, ejércitos de paramilitares, pandillas de adolescentes criminales, congregaciones de niños prostituidos y confiscadoras corporaciones locales de sindicalistas y políticos. Genuinas atracciones culturales que a lo largo de los
años alcanzaron un envidiable apogeo. Aguzando la mirada descubrimos que este cuentapropismo del horror no fue el resultado de improvisaciones banales, pues, a través de los siglos, la mixtura de asociaciones ilícitas y saqueo metódico se ha constituido en el único proyecto iberoamericano que puede ostentar raigambre y sustentabilidad. Arribados hasta este nominal siglo XXI ya no tenemos dudas: América Latina jamás abandonó el feudalismo fundacional de rancia estirpe latina. La modernidad, en eterno debate para algunos, quizás nunca llegó, pues los regímenes pseudoburgueses y republicanos que se establecieron luego de las independencias, en realidad fueron pieles de cordero que ocultaron a los mismos patrones de siempre. Para otros, este ciclo histórico no fue promovido desde el Estado, sino desde la iniciativa privada que desarrolló industrias culturales y expandió los medios de comunicación de masas a partir del siglo XX. Pero, ¿ de qué modernidad hablamos? Pues por aquí asomó, y de pasada no más, la de peor cuño capitalista, una que ningún país ricachón en serio hubiera aceptado ni de regalo. Sin embargo, ¿ es posible otro modelo que pueda operar sobre la fogoneada multiculturalidad
actual de Hispanoamérica? Tal vez sí.
¿ Neosocialismo |
o |
post |
marxismo? |
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Cacarear en América Latina sobre el fin de la modernidad es extravagante, ya que ningún proceso de abordaje científico, tecnológico o industrial – garantes ineludibles – se encarriló autárquico y competitivo. Negar una modernidad diferente y original que nos acerque a un proyecto político que articule democracia y socialismo, equivale a desconocer conquistas sociales como la educación pública, el sufragio universal y el cooperativismo productivo. Entonces, repensar un socialismo nuevo evitando los riesgos ya conocidos, podría revitalizar conceptos tan desacreditados como democracia y política.
¿ Podremos comenzar a debatir una“ solución” social – demócrata? Con reparos. Deberíamos inspeccionar antes bajo qué circunstancias se está dando esta“ apertura”.
Los actores que hoy juegan su rol de poder son variopintos, y la cerrazón de las humaredas que levantan los incendios locales no permite distinguir matices en sus ropajes. No se ha visto hasta ahora tal paleta de centros, derechas e izquierdas