Agenda Cultural UdeA - Año 2002 OCTUBRE | Page 24

ISBN 0124-0854
N º 83 Octubre de 2002
ascendente del consumo " xiv. ¿ Cuáles son los referentes de esa inversión de sentido? Dos: el valor positivo que ha adquirido lo joven y la experiencia de identidad social que los propios jóvenes tienen. Durante siglos decir adolescente, joven, era igual a decir inmadurez, inestabilidad, irresponsabilidad, improductividad; todos esos " in " señalan una negación, aquella en que se constituía socialmente el ser joven. Como durante siglos lo popular se constituyó por la exclusión de la riqueza, la educación y la cultura-ser del pueblo y ser inculto eran sinónimos-, así ser joven se identificó con la negación de la responsabilidad y la productividad. Hoy ser joven ha invertido su sentido, y está pasando a significar la matriz de un nuevo actor social, de un nuevo valor que se confronta con lo que representó ser viejo: experiencia y memoria. Pero no nos apresuremos a moralizar. Después de que se complete el circuito temporal del péndulo, el valor de ser joven no tiene por qué ser necesariamente antinómico con los haberes y saberes del ser viejo. Los pueblos no pueden construir el futuro sin memoria, pero en los momentos en que arrecian los cambios no es extraño que sean los jóvenes quienes más los sientan y los expresen. La prueba de que los cambios que experimenta lo joven no son una mera operación de mercado sino que éste está sabiendo fagocitar su secreta conexión con el cambio de época, se halla en el segundo referente de la inversión de sentido: el de la conversión de la juventud en elemento constitutivo de identidad. Pienso que el mejor argumento acerca de ese cambio no son las proclamas de los jóvenes – que tienen su inicio en los grafitti del 68 –, sino los testimonios que nos proporcionan los adultos explicitando cómo la juventud no marcó identidad para ellos. En una entrevista reciente Carlos Monsivais, escritor y periodista mexicano, afirma: " Yo no me consideraba joven con el énfasis de ahora. Tenía certidumbres sobre mi edad, pero me consideraba lector, estudiante, simpatizante de izquierda, incluso mexicano, pero no joven, categoría irrelevante culturalmente hablando antes del rock " xv. Y poniendo en historia su experiencia, Monsivais analiza cómo ni siquiera durante la revolución soviética lo de jóvenes contó, aunque la mayoría de sus líderes lo fueron; sólo a partir del 68 puede localizarse " una transformación definitiva " en la que la revolución de las costumbres es obra de los jóvenes como tales. Beatriz Sarlo ubica el cambio más notorio en los sectores populares: " Antes los pobres sólo excepcionalmente eran jóvenes, y en su mundo se pasaba sin transición de la infancia a la cultura del trabajo; quienes no seguían ese itinerario entraban en la calificación de excepcionalidad peligrosa: delincuentes juveniles cuyas fotos muestran pequeños viejos, como las fotos de niños raquíticos "; pero también plantea que " ni Brecht, ni Adorno ni Benjamín fueron jóvenes, y las fotos de Sartre o R. Aron, cuando apenas tenían veinte años, muestran una gravedad posada con la que sus modelos quieren disipar toda idea de inmadurez " xvi. También Sarlo ubica alrededor de los sesenta y de la cultura del rock ese cambio que acorta la infancia y prolonga la juventud hasta más allá de los treinta, convirtiendo la juventud en un territorio de