Agenda Cultural UdeA - Año 2002 NOVIEMBRE | Page 6

ISBN 0124-0854
N º 84 Noviembre de 2002 vez a un Secretario General de las Naciones Unidas – póstumamente, porque Dag
Fotografía tomada de: La Segunda Guerra Mundial. España: Librería Argos, 1964
Hammarskjöld ya había dado su vida por la paz en Africa Central –. Y ese mismo día, el Premio de 1960 se otorgó por primera vez a
un africano: Alberto Luthuli, uno de los líderes más tempranos de la lucha contra el apartheid en Sudáfrica. Para mí, como un
Tristemente, un premio a la paz es una rareza en este mundo. La mayoría de las naciones tiene monumentos para honrar actos de guerra, recuerdos en bronce de las batallas heroicas y arcos del triunfo. Pero la paz no tiene desfiles ni panteones de victoria.
joven africano que comenzaría su carrera en
las Naciones Unidas unos cuantos meses después, esos dos hombres impusieron estándares que yo he buscado seguir a lo largo de toda mi vida laboral.
Este premio no me pertenece sólo a mí. Yo no estoy aquí solo. En nombre de todos mis colegas de las Naciones Unidas en cada esquina del globo, que han consagrado sus vidas a la causa de la paz – y en muchos casos la han ofrendado –, yo agradezco a los Miembros del Comité Nobel este gran honor. Mi propio recorrido al servicio de las Naciones Unidas ha sido posible gracias al sacrificio y compromiso de mi familia y de muchos amigos de todos los continentes – algunos de los cuales han muerto ya –, quienes me enseñaron y me guiaron. A ellos doy mi gratitud más profunda.
En un mundo lleno de armas de guerra y palabras de guerra, el Comité Nobel se ha convertido en un agente vital para la paz. Tristemente, un premio a la paz es una rareza en este mundo. La mayoría de las naciones tiene monumentos para honrar actos de guerra, recuerdos en bronce de las batallas heroicas y arcos del triunfo. Pero la