Agenda Cultural UdeA - Año 2002 MAYO | Page 25

ISBN 0124-0854
N º 78 Mayo de 2002
La profundización de las deudas
Hasta ese punto yo había desarrollado una serie de reservas y dudas que progresivamente se fueron ahondando. No tenía bases para entender si esas preocupaciones eran fruto de la falta de información, o si estaban arraigadas en la realidad de procesos burocráticos que corren parejos al deseo de ganancia económica del complejo militar-industrial, en la colisión de culturas y en la preocupación del Pentágono por el presupuesto, o simplemente en las imponentes fuerzas de alineación y aislamiento que se nutrieron de la demonización mutua entre Estados Unidos y la Unión Soviética por un periodo de más de 45 años. Yo simplemente no sabía. Empezando 1991, pasé por un proceso que muy rápidamente aceleró y confirmó mis peores miedos y preocupaciones. Lo que nosotros habíamos hecho en este país, lo que yo creo que pasó en la Unión Soviética, y lo que pienso que pasará inevitablemente en cualquier país que tome la decisión fatal de volverse una potencia nuclear – al adquirir la capacidad de construir y emplear armas nucleares- es lo siguiente: la creación de agencias gubernamentales gigantescas con apetitos gargantuescos, y con un sentido de infalibilidad que consume recursos infinitos en la persecución de una visión mesiánica o de una demonización.
Un ballet escalofriante
En medio de mis funciones como comandante de las fuerzas responsables de la seguridad operacional cotidiana y de la preparación para emplear esas armas, fui cada vez más espantado por la complejidad de este ballet de centenares de miles de personas que manejaban, manipulaban, controlaban y mantenían decenas de miles de ojivas y sistemas sumamente complejos que volaban a través del aire, estaban enterrados en las entrañas de la tierra, o patrullaban bajo los mares del mundo.
La posibilidad de error humano, falla mecánica o malentendidos, era casi infinita. Yo he visto aviones nucleares chocar debido a circunstancias a las cuales, supuestamente, su diseño podía responder, pero que aun así eran mucho más benignas que las de una condición real de guerra nuclear. He visto cómo un error humano conduce a la explosión de proyectiles en sus silos. He leído informes de submarinos que se van al fondo del océano cargados con proyectiles nucleares y ojivas, debido a fallas humanas o mecánicas. He contemplado esa historia por completo, y cuando me marché de allí-porque nunca había tenido acceso antes- tenía escalofríos. Tenía escalofríos hasta en el último rincón de mi alma estratégica.
Además, consideren mis responsabilidades como consejero nuclear. Todos los meses de mi vida como comandante de las fuerzas nucleares, pasé por un ejercicio que se llama