ISBN 0124-0854
N º 85 Diciembre de 2002
Pero inclusive esta diversión después de un rato no lograba animarme, y el ennui 5 se hizo absolutamente insufrible. Yo sentía mi mente ceder ante él. No es una mente fuerte, y pensé que sería necio imponerle condiciones demasiado pesadas. Así que en algún momento de la vigésima mañana me levanté temprano, tomé un buen desayuno y caminé directamente hacia Hayfield, al pie de Kinder Scout; un pueblo pequeño, agradable y emprendedor, que se extiende a lo largo de un valle encantador, y con dos mujeres de dulce belleza en él. Por lo menos eran dulcemente bellas entonces; una me pasó en el puente y creo que me sonrió; la otra estaba parada junto a una puerta abierta, haciendo una inversión no remunerativa de besos sobre la cara roja de un bebé. Pero eso fue hace años, y me atrevo a pensar que las dos se han hecho gordas e irritables desde aquel entonces. Al regreso, vi a un anciano rompiendo piedras, y me despertó tal anhelo de usar mis brazos que le ofrecí una bebida para permitirme tomar su lugar. Él era un viejo amable y me complació. Fui por esas piedras con la energía acumulada de tres semanas, e hice más trabajo en media hora de lo que él había hecho en todo el día. Pero el viejo no sintió celos ante esto.
Habiéndome ya zambullido, fui más y más allá en la disipación, por lo que daba un largo paseo todas las mañanas y escuchaba a la
5
( En francés en el original) Insatisfacción y dejadez que se producen por falta de interés. Aburrimiento.
banda en el pabellón todas las tardes. Pero aun así los días pasaban lentamente, y me alegré sinceramente cuando la última jornada acabó y me encontré fuera de ese Buxton gotoso y tísico, en camino al Londres de duro trabajo y vida. Miré fuera del carruaje cuando atravesamos Hendon por la tarde. La luz intensa que cubre la poderosa ciudad parecía calentar mi corazón, y cuando, después, mi taxi se encaminó fuera de la estación de St. Pancra, el familiar rugido que se levantó alrededor me pareció la música más dulce que había oído en muchos días.
Yo no disfruté ciertamente el ocio de ese mes. Me gusta estar ocioso cuando yo no debería estar ocioso; no cuando es la única cosa que tengo por hacer. Es mi naturaleza obstinada. El momento en que más me gusta estar parado junto al fuego, calculando cuánto debo, es cuando en mi escritorio se apilan más alto las cartas que deben contestarse a vuelta de correo.
Cuando me gusta más bobear luego de cenar es precisamente cuando tengo una pesada tarde de trabajo ante mí. Y si, por alguna razón urgente, yo debo levantarme particularmente temprano en la mañana, es entonces, más que en cualquier otro momento, cuando amo yacer en la cama media hora de más.
¡ Ah! Cuán delicioso es darse la vuelta y dormirse de nuevo: " sólo por cinco minutos ". ¿ Hay algún ser humano, me pregunto –