Agenda Cultural UdeA - Año 2001 SEPTIEMBRE | Seite 9

Los ciegos y la cuestión del elefante
Más allá de Ghor había una ciudad. Todos sus habitantes eran ciegos. Un rey con su cortejo llegó cerca del lugar, trajo su ejército y acampó en el desierto. Tenía un poderoso elefante que usaba para atacar e incrementar el temor de la gente.
La población estaba ansiosa por ver al elefante, y algunos ciegos de esta ciega comunidad se precipitaron como locos para encontrarlo.
Como no conocían ni siquiera la forma y aspecto del elefante tantearon ciegamente, para reunir información, palpando alguna parte de su cuerpo.
Cada uno pensó que sabía algo, porque pudo tocar una parte de él.
Cuando volvieron junto a sus conciudadanos, impacientes grupos se apiñaron a su alrededor. Todos estaban ansiosos, buscando equivocadamente la verdad de boca de aquellos que se hallaban errados.
Preguntaron por la forma y aspecto del elefante, y escucharon todo lo que aquellos dijeron.
Al hombre que había tocado la oreja le preguntaron acerca de la naturaleza del elefante. El dijo:“ Es una cosa grande, rugosa, ancha y gruesa como un felpudo”.
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Y el que había palpado la trompa dijo:“ Yo conozco los hechos reales, es como un tubo recto y hueco, horrible y destructivo.”
El que había tocado sus patas dijo:“ Es poderoso y firme como un pilar”.
Cada uno había palpado una sola parte de las muchas. Cada uno lo había percibido erróneamente. Ninguno conocía la totalidad: el conocimiento no es compañero de los ciegos. Todos imaginaron algo, algo equivocado.
La criatura humana no está
informada
acerca
de
la
divinidad.
No existe camino en esta ciencia por medio del intelecto ordinario.
Isa y los escépticos
Es relatado por el maestro Jalaludin Rumi, y por otros, que un día, Isa( Jesús), el hijo de Maryam( María), caminaba por el desierto cerca de Jerusalén, con un grupo de personas en las que la codicia estaba fuertemente arraigada.
Le rogaron a Isa que les dijese el Nombre Secreto con el que revivía a los muertos.
Él dijo:“ Si os lo digo, abusaréis de él”.
Ellos dijeron:“ Estamos listos y preparados para tal conocimiento; además, reforzará nuestra fe.”
N º 71 Septiembre de 2001
“ No sabéis lo que pedís”, respondió, pero les dijo la Palabra.
Poco después, esta gente se hallaba caminando por un lugar desierto cuando vieron un montón de huesos blancos.“ Pongamos a prueba la Palabra”, se dijeron los unos a los otros; y así lo hicieron.
Tan pronto como la Palabra fue pronunciada, los huesos se recubrieron de carne y se transformaron nuevamente en una voraz bestia salvaje que los destrozó.
Aquellos dotados de razón comprenderán. Aquellos con poca razón, pueden adquirirla mediante el estudio de este relato.
El idiota en la gran ciudad
Hay diferentes formas de despertar. Sólo una es la correcta. El hombre está dormido, pero debe despertar en la forma correcta. Existe una historia referente a un ignorante cuyo despertar no fue correcto.
Este idiota llegó a una gran ciudad y quedó confundido por la cantidad de gente que había en las calles. Temiendo que, si se dormía, no se encontraría a sí mismo en medio de tanta gente, ató un globo a su tobillo a fin de poder identificarse.
Un bromista, dándose cuenta del hecho, esperó a que aquél se durmiese, sacó el globo y lo ató a su propia pierna. También él se acostó