ISBN 0124-0854
N º 71 Septiembre de 2001 era, decide exiliarse y pasar el resto de sus días combatiendo en tierras musulmanas a favor de unos u otros reyes; únicamente volverá a incorporarse el Cid a las armas castellanas cuando se produce el segundo desembarco en la Península Ibérica del Almorávide Yusuf; entonces sí interviene en la Batalla de Sagrajas, junto a muchos otros reyes de taifas, porque lo que representaba la llegada de los almorávides era, ni más ni menos, lo que, salvando las distancias, hoy llamamos integrismo.
En los dos extremos del Islam, en Irán y en la Península Ibérica, por obvias razones de alejamiento geográfico, habían florecido las flores de la libertad. No se estaba sujeto a la ortodoxia de Bagdad o a la ortodoxia de Damasco, como sí lo estaban las regiones mucho más cercanas a estas dos ciudades, y eso fue lo que permitió en Irán y en la Península Ibérica el florecimiento del Islam en libertad; un Islam en el que se podía beber vino, un
Islam en el que se podían componer poemas a la amada, un Islam sensual, un Islam pagano en el mejor sentido de la expresión, y un Islam libre en el que florecieron toda clase de gnosticismos, toda clase de pensamientos místicos, toda clase de pensamientos libertarios.
Yo creo que la parábola del Cid nos propone un ejemplo que deberíamos tener muy presente en un momento como éste, en el que España ha renunciado a su soberanía para cederla a los mercaderes de Europa.
El otro momento inevitable que tengo que evocar aquí para hablar del Islam español es el de la Escuela de Traductores de Toledo. Como sabéis todos, esta escuela tiene dos grandes momentos. Uno se produce en las primeras décadas del siglo XII bajo la férula de Alfonso VII, y el segundo a mediados del siglo XIII bajo Alfonso X“ El Sabio”. A mí me produce mucha risa cuando se habla de si España debe estar presente o no en Europa … ¿ En qué Europa debe estar presente España? ¿ En la Europa de los mercaderes, en la Europa que está convirtiéndose en un monstruoso castillo de insolidaridad respecto a los seres humanos y respecto al resto del mundo? ¿ En la Europa de Maastricht o en la Europa de Beethoven, en la Europa de Miguel Ángel, en la Europa de Leonardo, en la Europa de Velázquez, en la Europa de Cervantes? En esa Europa que de verdad puede interesarnos no tenemos que integrarnos porque la hemos hecho
nosotros; esa Europa existe gracias a la Península Ibérica y existe, mejor dicho, gracias a esa Escuela de Traductores de Toledo que, para mí, es el momento estelar de la Historia de España. Durante los siglos XII y XIII, sabios judíos, sabios musulmanes y sabios cristianos, en perfecta armonía, en perfecto equilibrio, en perfecta compatibilidad, se sientan juntos aprovechándose de una atmósfera de tolerancia como nunca ha vuelto a producirse en la historia de este país, y se dedican a traducir al latín y a veces a las lenguas romances, todos los clásicos del pensamiento judío y árabe, donde se habían refugiado Platón, Plotino, Aristóteles, todo el pensamiento greco-latino que había sido olvidado por Europa; los traductores de la Escuela de Toledo recuperan esos textos, los incorporan a través del latín al acerbo europeo y eso es lo que permitirá, andando el tiempo, dar origen a la gran eclosión del Renacimiento y después la gran eclosión de las Nacionalidades.
No existiría Europa sin la Escuela de Traductores de Toledo y es, por tanto, grotesco que a estas alturas se nos hable de la necesidad de integrarnos en ella. Gracias a la Escuela de Traductores el pensamiento de hombres como Abd-El-Aziz, como Costa Ben-Luca, como Al Fergan,