ISBN 0124-0854
N º 71 Septiembre de 2001
Mi gratitud también al mundo islámico por la poesía arábigo-andaluza, que es la que ha permitido el florecimiento, por ejemplo, de la generación del 27 sin ir más lejos. No hubieran existido todos esos grandes poetas españoles sin el precedente de la poesía arábigo-andalusí, que no fue descubierta, pero sí traducida, estudiada y puesta en órbita por Emilio García Gómez. Y gratitud por todo lo que es la visión del mundo de Al Andalus. Gratitud igualmente, por la Escuela de Traductores de Toledo, gracias a la cual nació, entre otras cosas, ese concepto de Europa, ahora tan discutido, y del que hablaré brevemente en el transcurso de esta intervención.
(…) Gratitud porque el Islam – y los que hemos nacido y vivido en el seno del judeocristianismo sabemos hasta qué punto puede ser importante esto – nos ha dado el ejemplo, nos ha marcado la pauta, nos ha
tanto ese concepto como en la Península Ibérica. señalado el camino de una religión sin iglesia, de una religión sin liturgia o apenas liturgia, y, en fin, por tantas otras cosas.
Suelo decir que algún día tendré que escribir, inevitablemente, un libro sobre el Islam; no sería un libro erudito, ni un ensayo filosófico; sería un libro vivencial y ya sé cómo se va a llamar ese libro. Llevará el título, en lengua árabe, de tres palabras, por lo tanto, de tres conceptos que definen y delimitan perfectamente lo que es la peculiar filosofía, la peculiar manera de enfrentarse a la existencia que tiene el Islam; esas tres palabras son: Insha ' Allah( Si Dios quiere), Boukra( Mañana), Shuai-Shuai( Despacito)... Yo creo que al mundo de hoy, islámico y no islámico, le vendría bien asimilar estos tres conceptos y aplicarlos.
(…) Creo que inevitablemente me tengo que referir, puesto que estamos en España, en la Península Ibérica, en el Imperio de Occidente, puesto que estamos en Al Andalus, me tengo que referir a ese fenómeno sin parangón en la Historia Universal que fue el Islam en España. Y querría empezar evocando la figura del prototipo del guerrero ibérico, evocar la figura de Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, que, como sabéis todos, se llama así por palabra árabe y no castellana: Sidi( Señor). La mayor parte de lo que sabemos sobre el Cid es gracias a las crónicas árabes. El Cid que pasa por
ser el gran paladín de lo castellano, de lo centrípeto de la España profunda judeo-cristiana, era, sin embargo, un individuo que pasó a la historia gracias a los árabes. Fueron los árabes los que recordaron su memoria y los cristianos recogieron esta memoria precisamente de las crónicas árabes. A mí me fascina el Cid porque es la figura del caballero mozárabe. Cuando estaba escribiendo la Historia Mágica de España, me hice hacer en caracteres kúficos un tarjetón que coloqué en la puerta de mi casa donde decía“ Fernando Sánchez Dragó Al-Muzarabi”( el mozárabe). Bueno, no hacía sino repetir lo que muchos siglos antes había hecho ese compatriota mío y vuestro que fue Rodrigo Díaz de Vivar.
Hay un momento, dramático, en la Historia de España, porque es quizás cuando por primera vez y con más virulencia se plantea esa antinomia que es la tradición y el plagio. El primer momento en que de una manera drástica se rompe con la tradición; me estoy refiriendo al reinado de Alfonso VI, el rey que se casa en cinco ocasiones y todas ellas con infantas francesas; el rey que conquista Toledo; el rey bajo cuya férula se exilia el Cid de las tierras cristianas y pasa el resto de su vida guerreando en tierras de moros y sirviendo siempre a reyes moros, no a reyes cristianos. ¿ Por qué sucede esto? Sucede porque en Francia y en Italia, la Roma de la época no podía tolerar la gran herejía que