ISBN 0124-0854
N º 71 Septiembre de 2001 aspectos positivos y negativos de la propia
tradición, lo que lleva a decidir qué es lo esencial y qué es lo superfluo: el verdadero conservador es aquel que sabe qué debe preservar y qué debe desechar.
De todo lo visto, se desprende como conclusión única y fundamental que la comunidad musulmana debe mirarse a sí misma y retomar la esencia auténticamente universalista de su fe, para poder participar por derecho propio en el mundo, influyendo tan decisivamente en el Tercer Milenio como lo hizo en siglos pasados.
A pesar de los estridentes chillidos de los mal llamados fundamentalistas, la práctica diaria del Islam de millones de musulmanes pacíficos consiste en la lucha diaria por un mundo que se manifieste verdaderamente como creación de un Dios compasivo y sabio, justo y amoroso. Por eso, tal vez existan motivos para esperar que los musulmanes se guíen de acuerdo a las sentencias del
Corán y el ejemplo de los santos sufíes como Ibn`Arabî, quien llegó a decir:“ Hubo un tiempo en que yo rechazaba a mi prójimo, si su religión no era como la mía. Ahora mi corazón se ha convertido en receptáculo de todas las formas: es pradera de gacelas y claustro de monjes, templo de ídolos y Kaaba de peregrinos, tabla de la ley y pliego del Corán, porque profeso la religión del amor y voy dónde quiere su cabalgadura, pues el amor es mi credo y mi fé”.
* Comunicador Social, egresado de la Universidad de Antioquia.
Este artículo está dedicado a Soledad Gómez, amiga y antropóloga.