ISBN 0124-0854
N º 71 Septiembre de 2001
I. EL PROBLEMA DEL ISLAM
Hablar del Islam no debería ser más difícil que hacerlo sobre el Budismo, el Chamanismo o el Judaísmo; sin embargo, lo cierto es que exige un esfuerzo adicional. Porque, aunque es verdad que todas las religiones requieren ser tratadas con mucha seriedad para encontrar un equilibrio entre delicadeza y sentido crítico, no es menos cierto que resulta especialmente problemático abordar al Islam debido a su alto grado de politización.
Esta situación se verifica tanto entre sus adeptos como entre sus adversarios. Para los primeros, el Islam es la panacea – al fin y al cabo la recetó Dios mismo-, su aplicación debe ser radical y global, y cualquier objeción sólo puede tener por fuente una inspiración satánica. En el caso de los segundos, el Islam es la
quintaesencia de la intoleranciaa, el atraso y el terrorismo, y cualquier elogio o aclaración de acusaciones es apenas una pobre disculpa de una cultura antimoderna y enemiga de los derechos humanos.
Se presenta, entonces, una falsa disyuntiva: apología o satanización. De hecho, aproximarse mesuradamente al islamismo implicaría hallar una oposición cerril entre ámbitos de opinión opuestos muy difundidos y arraigados.
Si un musulmán procura referirse sin tapujos a las luces y a las sombras de la propia fe, puede atraerse las iras de correligionarios hipócritas e ignorantes, aferrados a una idea retrógrada de la tradición islámica; como le aconteció al escritorr egipcio Naguib Mahfuz, censurado y agredido físicamente por“ difamar” al Profeta( Cfr.“ Hijos de nuestro Barrio”). Como Mahfuz es un famoso intelectual, su caso constituye un ejemplo conspicuo, pero lamentablemente no escasean incidentes similares dentro y fuera del