ISBN 0124-0854
N º 73 Noviembre de 2001 descubrimiento del arco y la flecha, los cuales permiten dominar al animal desde la distancia. Para el cazador no se trataba de un arma guerrera, sino de un igualamiento de fuerzas; sólo la necesidad hizo que el hombre y el animal fueran antagonistas. Del ritual de la caza surgió música: con el arco podía producirse un sonido dulce. Una opinión generalizada sostiene que el arco y la flecha son antecesores del violín.
En los ritos de recolección empezamos por invocar la bendición de los dioses para el éxito de la búsqueda. Los indios de América del Norte se cubren con la piel del oso, seguros de que no podrán atrapar a estos plantígrados si no se trasforman espiritualmente en uno de ellos. El esquimal canta con orgullo cuan voluminoso era el pez o la foca que atrapó, manifestación equivalente a la fotografía del pescador junto al pez vela o el salmón cobrado.
Todos nuestros ritos exigen su propia música: el nacimiento, el matrimonio, la muerte, la siembra y la cosecha, el cambio de las estaciones, la llegada de la primavera y la fertilidad, las penalidades de la enfermedad y también la recuperación de la salud. Nuestra música más antigua se proponía sin duda celebrar esos acontecimientos. Al desarrollarse la agricultura y la construcción de viviendas, la música se relacionó con el trabajo. A medida que nuestras sociedades crecieron, surgió la música destinada a
honrar a sus dirigentes( las procesiones reales con instrumentos musicales se remontan a Egipto y Sumeria). Esas aplicaciones de la música resultan naturales, pues el concepto de liderazgo nos ayudó a salir de las cuevas y a entrar en la civilización. Además, el reconocimiento a nuestros dirigentes es un rasgo que compartimos con todo el mundo animal.
Los seres humanos no son sólo criaturas musicales; somos ruidosos, parloteamos, gritamos, a veces desde grandes distancias. Durante mucho tiempo, la música y el habla fueron una sola cosa, ambas producidas por la voz. Aun después de los primeros instrumentos, la música y el habla seguían siendo entidades superpuestas. Según descubrimientos recientes en el Cercano Oriente, los símbolos correspondientes a la palabra escrita empezaron a aparecer hace unos 10.000 años, principalmente para facilitar el comercio. La escritura ayudó a diferenciar la música y el habla. Las palabras escritas en arcilla o papiro podían trasmitir rápidamente mensajes sencillos, mientras que la música se encargaba de expresar sentimientos complejos. Lugares como China, el Vietnam y algunas partes del África conservan lenguas antiguas donde las inflexiones del habla y de la música continúan siendo inseparables aunque no idénticas; algunas melodías siguen las mismas elevaciones y descensos del lenguaje y un cambio en la entonación puede alterar el
significado de la palabra.
La antropología demuestra que la música surgió antes que el habla. Los ligamentos que unen los músculos a los huesos dejan vestigios en el esqueleto, que nos dan muchos datos sobre la forma en que esos músculos fueron empleados y nos permiten reconstruir criaturas prehistóricas a partir de datos escuetos. Nuestro mecanismo vocal es complicado: para cantar bastan los pulmones y las cuerdas vocales; cuando hablamos, la boca y la lengua entran en juego. Los restos antiguos de esqueletos humanos muestran indicios de que el empleo de la voz para producir palabras se remonta a unos 8.000 años, mientras que el canto se practicaba quizá medio millón de años antes.
La combinación de la música y el habla en la expresión única de la canción tiene un poder singular y trasmite sentimientos de gran júbilo o de una casi insoportable intensidad. En nuestras celebraciones colectivas, la música ayuda a elevar la participación emocional hasta alturas que las palabras por sí solas no pueden alcanzar. La música no reproduce el mundo exterior que nos rodea, ni siquiera cuando imitamos deliberadamente los sonidos que escuchamos; la música se refiere ante todo a nosotros mismos, es nuestra identidad.
A través de los milenios, las tareas que antes fueron desempeñadas por la colectividad entera dieron