Agenda Cultural UdeA - Año 2001 NOVIEMBRE | Page 20

ISBN 0124-0854
N º 73 Noviembre de 2001 vencidas por este canto; ni la real esposa, ni el que reina sobre los abismos de la tierra, pudieron negarse al que tal pedía, y llaman a Eurídice; ella estaba entre las sombras llegadas recientemente, y avanza poco a poco, por su herida en el talón.
Orfeo, del monte Ródope, obtiene su devolución, juntamente con la orden de que no vuelva la vista atrás antes de haber salido de los valles del Avemo; de lo contrario, el don sería revocado. Ellos toman, en medio de un profundo silencio, un sendero en pendiente, escarpado, oscuro, envuelto en una espesa y opaca niebla. No estaban lejos de la superficie de la tierra; cuando temiendo que se le escapara y ávido de vería, su amante esposo vuelve sus ojos. Inmediatamente, ella resbala hacia atrás; alargando los brazos, luchando por asirse y ser cogida, la infeliz no coge sino el aire impalpable. Al morir por segunda vez, no se queja de su esposo(¿ de qué podía quejarse sino de ser amada?). Le dirige el postrer adiós, que ya no llega apenas a sus oídos y vuelve a rodar al abismo de donde salía.
Orfeo se estremeció por la segunda muerte de su esposa como el que, lleno de espanto, vio las tres cabezas del perro, llevando encadenada la del medio y al que no abandonó el terror hasta que su naturaleza se quedó convertida en roca. Como aquel Oleno que tomó sobre sí la falta de su esposa y quiso aparecer culpable, del mismo modo también tú, ¡ oh, desdichada Letea, confiada en tu belleza!; en otros tiempos corazones muy unidos, ahora piedras en la cima del monte Ida. El barquero impide a Orfeo que pase por segunda vez, a pesar de que éste ruega en vano y lo desea; sin embargo, se sentó siete días en la orilla, abandonando su persona y los dones de Ceres; el amor y el dolor de su corazón y las lágrimas fueron su alimento. Quejándose de que los dioses del Erebo eran crueles, se retiró por fin a las alturas del Ródope y del Hemo batido por los aquilones.
Por tercera vez, el Titán había acabado el año cerrado por los peces, habitantes de las aguas, y Orfeo había rehuido todo contacto con las mujeres, ya porque había sufrido, ya porque había empeñado su fe; pero muchas anhelaron unirse al poeta, numerosas, las que se dolieron al ser rechazadas. Fue él el que enseñó a los pueblos de la Tracia a dirigir el amor hacia los tiernos jóvenes y a recoger la breve primavera de esos años y sus primeras flores.
Canto X de Las metamorfosis de Ovidio Tomado de: Las Metamorphosis, Publio Ovidio Nason, Editorial Porrúa, México, 1980