Agenda Cultural UdeA - Año 2001 NOVIEMBRE | Page 13

ISBN 0124-0854
N º 73 Noviembre de 2001
Ravi Shankar. Tomado de La música del hombre, Fondo Educativo Interamericano, U. S. A., 1981
pobreza. En los últimos decenios, alrededor de 400.000 personas de color procedentes de la costa del Pacífico se instalaron aquí, donde encontraron a menudo más violencia y más pobreza.
Desde 1994, la Red Cultural de Aguablanca ha tratado de ayudar, apoyando, por ejemplo, a unos 25 grupos de rap y breakdance de los muchos que existen en la zona. Este apoyo incluye aspectos prácticos, como proporcionar a los grupos un lugar de reunión, algo considerable si se tiene en cuenta que muchos de estos jóvenes viven con hasta seis hermanos en casas pequeñas de una sola planta y que pocas instituciones abren sus puertas a pandillas de quinceañeros de pintas dudosas. Uno de los líderes de la Red es Robinsón Ruiz, que también es miembro de
BS, un trío de rap que hace unos diez años incluso rodó un vídeo, símbolo de cierto estatus en la escena rapera colombiana.
“ Crear conciencia”
Ruiz ha convocado una reunión para discutir sobre los próximos acontecimientos, incluido el primer aniversario de un programa radial semanal dedicado al rap, titulado“ La Zona”. Cali, que cuenta con cuatro emisoras de radio que emiten rap, es líder del país en esta música por delante de Bogotá, que tiene sólo dos.
Los quince raperos y breakers presentes insistieron en el mismo aspecto: la identidad. Se preguntaron a quién y por qué debían agradecer el año de vida del programa, o, lo que es lo mismo, quién está realmente con ellos y quién no.
Pocos días después, el rapero Carlos Andrés Pacheco subrayó otro de los aspectos de la cultura hip – hop local. Hasta hace poco era miembro del grupo bogotano Gotas de Rap, uno de los pocos que ha grabado discos compactos e inclusive participado en tres giras europeas. Pacheco contó la historia del Cartel Colombia Rap, un“ grupo gremial” que fundó hace tres años junto con miembros de otros cinco conjuntos para ayudar a los nuevos raperos a conseguir instrumentos y estudios de grabación. Entre los problemas que hubo de afrontar mencionó“ las diferentes formas de pensar” de sus miembros.“ Muchos grupos piensan que van a llenarse de plata
con sólo grabar una cinta promocional y hacer algunas presentaciones. Piensan que enseguida van a andar en un Cadillac, pero no tienen conciencia de lo que es realmente el rap.”
Para Pacheco, la labor del hip – hop es“ crear conciencia” en el público, y para ello pueden hacerse incluso raps sobre las complejas relaciones que mantienen Washington y Bogotá en la lucha contra las drogas.“ Yo lo veo así: nosotros vendemos cocaína como Estados Unidos vende armas, que también matan a la gente. Ambas cosas son parte de la economía y para la gente del campo es difícil sobrevivir aquí de otra manera”, dice. En las letras de sus temas, trata de poner de manifiesto las opciones positivas al alcance de los muchachos de las ciudades colombianas,“ que siempre tienen la puerta abierta a las pandillas, la droga y la cárcel”.
Aunque también reconoce que no es fácil hablar de esos temas en un país tan violento como Colombia.“ Hay que tener cuidado con la forma de transmitir el mensaje, tiene que ser casi subliminal”, comenta.
Cultura, no violencia
Para la mayoría de los raperos hay dos tipos de mensajes que vale la pena transmitir: protestas y propuestas. María Eugenia Barquero tiene 18 años y es miembro de Impacto Latino, un grupo formado por cinco muchachas que empieza a pisar fuerte en el hip – hop colombiano:“ Nuestra propuesta es decir a los muchachos que usen la