ISBN 0124-0854
N º 67 Mayo de 2001 nada nos llevaremos, ni la ropa sucia, ni el tesoro. Algunos dejarán una obra, es verdad. Será lindamente editada. Luego curiosidad de algún coleccionista. Más tarde la cita de un erudito. Al final algo menos que un nombre: una ignorancia.
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Lo extraño, en nuestro cuerpo, es la sumisión a las reglas de la simetría. Tenemos dos ojos, dos orejas, dos orificios nasales, dos series de dientes numéricamente exactos, dos amígdalas, dos clavículas, dos bronquios, dos pulmones, dos omóplatos, dos tetillas, dos brazos, dos riñones, dos caderas, dos nalgas, dos piernas, dos testículos, dos manos, dos pies, dos juegos de costillas. ¿ Quién habrá implantado este orden binario que parece calcado sobre un pensamiento previsor? ¿ Qué relación hay además entre estos órganos o miembros repetidos y los únicos como la lengua, el esófago, el estómago, el corazón, el hígado, el falo, el ano? Somos una combinación de lo solitario y de lo doble, lo que parece indicar que quien nos inventó dudó y, al final, sin saber que partido tomar, optó un poco al azar por el escepticismo.
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La sabiduría de ese viejo líder campesino cuzqueño que, al ser interrogado por ávidos aventureros sobre dónde puede estar el Paititi o, en otras palabras, El Dorado, responde: « Sólo encontrarás el Paititi cuando logres arrancar de tus ojos el resplandor de la codicia ».
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EI asombro, el sobresalto, incluso el malestar que me produjo comprobar hoy que el inquilino calvo, con anteojos y perrito
con el que me he cruzado durante ocho años en las escaleras, diciendo siempre la misma e invariable frase, « Pardon, monsieur », no era uno, sino eran dos. Dos hombres exactamente iguales, con anteojos, calvos y perrito, pero con los que me he cruzado siempre a horas diferentes, de modo que los había fundido en un solo ser. Ya me había intrigado un poco la facultad que tenía este hombre de multiplicarse, pues a veces tenía la impresión de cruzarme con él demasiado seguido y a veces en lugares incongruentes. Pero hoy sucedió lo que debía haber sucedido hace años y encontré a ambos en la puerta del edificio, con sus perritos y sus anteojos, departiendo amigablemente, al igual que sus perros. Tan confundido quedé que no supe a cuál decirle mi“ Pardon, monsieur ", y los miré alternativamente, con la boca abierta, hasta que al fin ambos se anticiparon y pronunciaron al unísono el saludo habitual, acompañándolo de una sonrisa y una venia. Salí a la calle sin responderles, francamente indignado, como si hubiera sido víctima de una farsa.
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Paradoja: mi supervivencia reside en haberme mantenido como hasta ahora en « los umbrales de la salud ». Me bastaría sobrepasar este umbral y recobrar el pleno goce de mi organismo para que el mal se haga nuevamente presente, pues éste prefiere cebarse en un cuerpo vigoroso. Es la salud lo que me conduciría a la muerte y la enfermedad lo que me mantiene vivo.
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No dejarse impresionar, gobernar, por lo pasajero. Tratar de que toda
determinación esté inspirada por lo esencial. Tratar en consecuencia de saber qué es lo esencial. Tratar en consecuencia de ejercitar la razón. Tratar en consecuencia de no tomar en cuenta los sentimientos, porque no son duraderos ni razonables. Tratar en consecuencia de ser inhumano.
Tomado de Prosas apátridas, Julio Ramón Ribeyro, Tusquets Editores, Barcelona, 1975. Julio Ramón Ribeyro: Lima( 1929-1994). Inició sus estudios en el Colegio Champagnat de Lima, y luego ingresó a la Universidad Católica( 1946), en la que cursó las carreras de Letras y Derecho. En 1952, y gracias a una beca, viajó a España trasladándose más tarde a París donde estudió en la Universidad de La Sorbona. De vuelta a Lima, en 1958, la Universidad de Huamanga le encargó la creación de un Instituto de Cultura Popular. Pero pronto regresó a París( 1961) y durante diez años ejerció el periodismo como redactor y traductor de la agencia France Press.
Nombrado agregado cultural en la Embajada del Perú en París, ejerció también como representante de su país ante la UNESCO. Al principio de su carrera literaria cultivó la narración bajo la influencia de Kafka; después, con una clara tendencia realista, ajustó el argumento a los matices psicológicos de los personajes. Obtuvo el Premio Juan Rulfo de Literatura en 1994.
Algunas de sus obras son Los Gallinazos sin pluma( 1955); Los cuentos de circunstancias( 1958); Crónica de San Gabriel( 1960), Premio Nacional de Literatura; Las botellas y / os hombres( 1964); Los geniecillos dominicales( 1965, 1969 y 1973); Santiago el pajarero( 1965), drama premiado en el Congreso Nacional de Teatro( 1975); Prosas apátridas aumentadas( 1978), y Atusparia( 1981)