Agenda Cultural UdeA - Año 2001 MAYO | Page 17

ISBN 0124-0854
N º 67 Mayo de 2001
Chocano y Leopoldo Lugones. A los veinte años es conocido con el seudónimo de Juan Croniqueur. La agilidad de su estilo periodístico y la forma lúcida de ver los acontecimientos, le abren el camino en el diarismo limeño y es atacado por su talento. En La Prensa, se agrupa con el poeta y cronista Abraham Valdelomar, con el ingenioso y sensible Félix del Valle, y con César Falcón, seriamente preocupado por las cuestiones sociales; los cuatro se reúnen frecuentemente en el Palais Concert a discutir sobre asuntos literarios. Escribe sobre deportes y literatura, hasta que ingresa al convento de los Descalzos, dominado por la emoción religiosa y la estela de la educación materna.
Acomete la aventura de la Revista Colónida, de efímera vida( 4). Se retira de La Prensa con César Falcón a quien le dice:“ Somos, casi desde las primeras jornadas de nuestra experiencia periodística, combatientes de la misma batalla histórica”. Se incorpora a El Tiempo, diario izquierdista, en 1916, época de la primera guerra mundial, y por segunda vez asciende al poder el“ civilista” José Prado; se articula el movimiento obrero y la inquietud estudiantil conmueve las universidades. En El Tiempo inaugura su popular columna Voces, en la que enfrenta temas artísticos, literarios y políticos del
momento, hasta enero de 1919, aunque continúa escribiendo en las páginas de otras publicaciones, con los seudónimos que lo han acompañado( 5). Va desbrozando su camino con la edición de Nuestra Época, y con el contenido de La Razón, que subsiste durante tres meses, en 1919. Es ya un escritor del pueblo, que inaugura un periodismo nuevo en forma y contenido. Como político, habla cálidamente; observa el movimiento estudiantil y ve que la reforma penetra en la fosilizada Universidad de San Marcos en lucha contra el anacronismo educacional. Mariátegui pone las páginas de La Razón al servicio de los reformistas, los obreros y los estudiantes. Estos últimos encuentran en el nuevo diario su mejor arma combativa y unidos pelearán desde entonces.
El 8 de octubre de 1919 viaja a Europa, y en París se radica en el Barrio Latino. En el pasaporte de José Carlos Mariátegui se lee: Profesión, Periodista. Allí visita museos y exposiciones en el Louvre y el Rodín; asiste a conciertos de Bach, Beethoven, Falla, Debusy y Stravinsky; o va a comedias para ver a Voltaire, Racine y Moliere. Asiste igualmente al Teatro Moderno; concurre a los debates parlamentarios o a los mítines de Belleville, donde asoman las nevadas cabezas de los sobrevivientes de la Comuna. Henri Barbusse atrae su interés y despierta como ninguno su admiración; hacia él endereza sus pasos,
recordando de ese autor El Infierno, una de las obras que más lo impresionaron en la época de intelectual puro de Mariátegui, pues las voces y las imágenes que se agitan en ese libro son difíciles de olvidar; fue Barbusse uno de sus ídolos a la salida del Perú, y abrigaba la esperanza de conocerlo personalmente; pudo hacerlo unos meses más tarde en las oficinas de Clarté cuando le hizo un reportaje en mal francés, que se quedó sin publicar. Pero desde entonces, entre ambos personajes se anuda una gran amistad, que perdura por encima de las distancias y del tiempo. Como epitafio sobre el mausoleo del gran ensayista peruano, en el cementerio de Lima, están grabadas las siguientes palabras de Barbusse:“¿ Ustedes no saben quién es Mariátegui? Es una nueva Luz de América; un espécimen nuevo del hombre americano”( 6).
En París reside pocos meses, pues la humedad y los contaminantes aéreos afectan su salud y se ve obligado a viajar a Italia en busca de sol. Allí, en el Mediterráneo, se recupera físicamente. Se interesa por los templos y museos de Roma en una época en la que se está proyectando seriamente hacia el socialismo y ve nacer el Partido Comunista Italiano, de gran influencia en la formación marxista de Mariátegui.
En Florencia, nueva aurora de José Carlos, conoce a Ana