Un coloso del pensamiento revolucionario, de las letras y del periodismo.
ISBN 0124-0854
N º 67 Mayo de 2001
JOSÉ CARLOS MARIÁTEGUI
Un coloso del pensamiento revolucionario, de las letras y del periodismo.
Por: Harold Londoño Arredondo, profesor Facultad de Educación, Universidad de Antioquia.
Algunos autores no tienen muy clara la fecha de nacimiento de este personaje
( 1), que nace en Lima el 14
de junio de 1895, según testimonio del mismo Mariátegui( 2), y muere el 16 de abril de 1930. El año de su nacimiento es de mucha significación histórica para el Perú, pues el caudillismo militar se entroniza en el poder en cabeza del general Cáceres, héroe de la guerra con Chile, convertido en dictador. En la oposición, Nicolás de Piérola y Manuel González Prada, camina cada uno por su lado ya su manera; el último de ellos abre un camino con permanente indignación y encendidos apóstrofes( 3) por el que marcha la cruenta guerra civil que derriba a Cáceres.
También el año de su nacimiento des- aparecen dos hombres singulares:“ de cara al sol”, en Cuba, como lo había predicho, cae José Martí, el Americano Universal; y del otro lado de los mares, entre las brumas
de Londres, muere Federico Engels, fundador del socialismo científico y fraterno camarada de Marx.
Su niñez transcurre entre la miseria y la pobreza, factores que no menguan su imaginación e ingenio, cualidades que le vienen de Amalia la Chira, su madre, fiel representante de la raza que pobló la costa peruana; su magnífica voluntad y perseverancia se deben a la sangre vasca del padre, Francisco Mariátegui, escritor, periodista y orador, que muere a los noventa años, con espíritu liberal a tal nivel, que la Iglesia se opone a sepultarlo en cementerio católico. Ambas características se funden en este mestizo que a los siete años, como consecuencia de una caída, sufre tremendísimo golpe en una rodilla que le anquilosa la pierna izquierda para siempre, y le impide desde niño jugar o correr; desde esa época, trasega entre médicos, hospitales, cloroformo y dolorosas palpaciones de los
facultativos. Son sus compañeras la soledad, la inmovilidad y el silencio, mientras cada día espera el regreso de su madre trabajadora; por no soportar los hedores de la anestesia, a los nueve años, en una de las intervenciones quirúrgicas, pide que no lo duerman: extiende su pierna sobre la mesa de operaciones y, con enorme valor, resiste el dolor del bisturí en su frágil rodilla. En ese tiempo, su padre es trasladado al norte del país, y deja a los cuatro hijos con la madre, costurera que ve morir prematuramente a Amanda, una de las hijas. A los catorce años José Carlos comienza a trabajar, para ayudar a los suyos, en el periódico La Prensa, y lo hace manejando la imprenta, la tinta y el papel; allí comienza a formarse como hombre autodidacto, y antes de los dieciséis años, observa sorprendido que uno de sus artículos es publicado. Lee con ardor los poetas de su tiempo, a Rubén Darío, Julio Herrera Reissig, José Santos