ISBN 0124-0854
N º 74 Diciembre de 2001
EL EXTRAÑO CASO DE KAPLAN
su vida.
Por Rodolfo Pérez González Asesor, Departamento Emisora Cultural
al vez nunca pensó el millonario financista que la asistencia a un concierto de la Filarmónica Real podría trasformar completa- mente
Nunca había profesado una especial devoción por la música, y, menos que menos, por los estirados y ultraformales conciertos de la orquesta más elitista de Londres. Ni siquiera se tomó el trabajo de echar una mirada al programa, que, al fin y al cabo, nada podía decirle. Sí le llamó la atención que no figuraba más que una obra en el concierto: era la Sinfonía número dos, en do menor.
Algo extraño sucedió cuando el señor Gilbert Kaplan perdió toda sensación de los que le rodeaban. " Como si-y son éstas sus palabras- me atravesara un rayo de luz ".
Al sentirse poseído por la extraña fuerza que emanaba de la música, experimentó la sensación de una perentoria orden de llevar esta música a todas partes. Su misión debía ser, desde ahora, convencer a todos de la excelsitud de esta obra, que requiere la participación de una orquesta gigantesca, coro, dos solistas femeninas, órgano y campanas. Era casi seguro que la mayoría de los
espectadores nunca había oído esta obra. Pero la emoción del director, al dirigirla, como una des- carga, se comunicó a los oyentes, Gilbert Kaplan esperaba que experimentaran lo mismo que él.
Este famoso editor millonario salió del concierto con la firme resolución de entregarse con todo su vigor a estudiar la música, a aprender a dirigir, aunque para ello tuviera que hacer a un lado lo que había constituido la actividad que le había llevado a amasar una cuantiosa fortuna.
La azarosa aventura de tomar una batuta para dirigir la monumental partitura mahleriana tuvo, como primer paso, la contratación de varios profesores que se ocuparían de prepa- rarlo en el conocimiento musical.
Su situación era extraña: no sabía leer la música; pero se aprende cuando se quiere. Nueve horas diarias con suficiente entusiasmo hacen milagros. Todos los escollos fueron cediendo uno tras otro. Kaplan no tenía ningún interés en los problemas de la dirección orquestal, aunque sabía que para que una interpretación funcione, era definitiva la relación con los músicos. Mahler decía que la perfección en la dirección orquestal consistía en conseguir que la orquesta suene exac- tamente como se desea.
Kaplan asegura que, a la hora de expresar sus sentimien- tos, de todos los compositores, ninguno es tan coherente como Mahler. Como director ha llegado a perfeccionar una técnica meticulosa. Sus interpretaciones han sido calificadas en todas partes, como llenas de vida y electrizantes. " Mahler me lleva de la mano ", asegura Kaplan.
Más allá de toda experiencia personal, este director de una sola obra se impone