ISBN 0124-0854
N º 70 Agostoo de 2001
sagrado y el poderoso temor , convertir a los muertos en aliados invencibles de nuestro amor por la vida , haciéndolos capaces de infundir en los criminales el pavor frente al crimen .
Hay sociedades donde los muertos no mueren del todo . En México las gentes les llevan serenatas a las tumbas , ponen en ellas platos de enchiladas y de mole poblano , celebran como un carnaval el día de difuntos , y , como en esos grabados que hizo
( Detalle ) Gustavo Alonso Gómez , Maternidad , aguafuerte , ¼ , 16 x 11 cm , 1991 .
Facultad de Artes , Colección de grabado
Guadalupe Posada de esqueletos que bailan en las fiestas del mundo , viven con ellos una mitología jubilosa que es testimonio de una profunda familiaridad . Entre los antiguos romanos , los muertos se convertían en divinidades familiares , con las que se dialogaba , y con cuya protección se contaba siempre . Entre nosotros , en
cambio , se ha trivializado la muerte . Los muertos se van convirtiendo en deshechos que seres distraídos arrojan al olvido , bajo un triste rótulo de N . N . Pero tal vez lo que permite que la venganza recurra al crimen como instrumento para dirimir los conflictos es esa sensación de que los seres humanos se borran con la muerte . Lo que impidió que los muertos de la dictadura argentina se perdieran en el olvido fue que las Madres de la Plaza de Mayo los sacaron a la calle día tras día y año tras año . Es así como se demuestra que el amor es más poderoso que la muerte . Por eso es necesario despertar a los muertos , pedirles que sigan vivos en el corazón de quienes los amaron , que nos acompañen en una larga fiesta por la vida . Los Wayúu suelen atar con cintas rojas las manos y los pies de quienes han sido asesinados , para que el asesino no pueda descansar hasta no pagar por su crimen . Cuando hayamos cumplido esa labor poética y mítica de despertar a los muertos , de convertirlos en aliados de la vida , cuando hayamos demostrado que no es tan fácil matar del todo a un ser humano , la venganza tendrá que inventarse otras formas de dirimir sus conflictos , y no podrá creer que se elimina una contradicción matando a los contradictores .
Ahora bien , desde los comienzos de la cultura occidental , la poesía testimonió el secreto de los jóvenes homéricos , de todos aquellos que viven
peligrosamente . Las guerras y los éxodos fueron siempre la forma más acentuada de ese vivir en peligro , y hoy en Colombia son innumerables los seres humanos , hombres y mujeres , que se mueven en una frontera de riesgos . La verdad es que desde hace algún tiempo no hay colombianoo que no sienta cada día en su vida el sabor del peligro . Debemos interrogar nuestra relación con un espacio físico que se ha convertido progresivamente en región de discordia . En barrios azarosos , oyendo en la noche los estampidos de las armas de colina en colina , calculando siempre qué zonas de la ciudad pueden ser visitadas , estudiando siempre los rostros de los demás en pueblos donde vuelve a crecer la zozobra , preguntándonos qué carreteras son seguras , en qué vías hay riesgo , sobre qué aldeas están suspendidas las nubes de la amenaza , volviendo a sentir como en los años cincuenta que los viejos conocidos se van cambiando en seres amenazados o en colaboradores del mal , Colombia tarda en reaccionar , en cantar su realidad cotidiana , en nombrar su heroísmo y su miedo , en responder a la vieja lógica que hizo que década tras década el país estuviera siempre bajo la sombra mítica de un monstruo que se fingía eterno , omnipresente y omnipotente . Ese monstruo , que se llamó Sangrenegra y Desquite , que se llamó Fabio Vásquez y Javier Delgado , que se llamó Gonzalo