Agenda Cultural UdeA - Año 2000 NOVIEMBRE | Page 9

ISBN 0124-0854
N º 62 Noviembre de 2000 mito de la caverna. El interlocutor adquiere en estas condiciones una importancia decisiva, porque de él no se espera propiamente la adhesión incondicional, sino la participación. El resultado de un diálogo debe ser reconocido también por el otro, ya que en la refutación de una opinión no se busca su anulación, sino su acuerdo y colaboración. Como en la mayéutica socrática, en un diálogo no hay ganadores ni perdedores; el que erraba por estar inscrito en una opinión equivocada, ha sido liberado de ella, ha ganado un conocimiento nuevo, no se encuentra propiamente vencido sino enriquecido.
La segunda condición del
diálogo es la actitud
crítica frente a la propia
posición que se trata de
sustentar. El debate y el
diálogo
no
ocurren
necesaria
ni
prioritariamente
con
relación
a
un
contendiente
externo,
sino, en primer lugar, con
uno mismo. La dialéctica,
parafraseando a Platón,
es“ el diálogo del alma
consigo misma”.
Por tal motivo no se debe presentar argumentos que a nosotros mismos no nos convencen o que no estamos en capacidad de
sustentar. Los argumentos que ponen en cuestión la tesis que queremos promover deben surgir en primera instancia de nosotros mismos. El emisor de un discurso debe tener en cuenta, de antemano, las posibilidades de crítica, refutación o diferenciación que podrían surgir de aquellos a los que se dirige, o que no están de acuerdo con su tesis. No existe reconocimiento del otro si no existe autocrítica, y si las limitaciones del discurso no comienzan a ser definidas por el mismo emisor.
La autocrítica y la autolimitación del alcance de la propia tesis no son un simple acto de modestia, sino la aceptación realista de que nadie está en capacidad de abarcar desde un solo punto de vista la complejidad de un problema, ya que agotarlo sería una tarea infinita, sólo concebible imaginariamente en el marco de múltiples perspectivas.
La contraposición de tesis conduce, muy a menudo, a un diálogo de sordos si no ponemos sobre el tapete el punto de vista desde el cual hablamos. Querámoslo o no, sepámoslo o no, hablamos siempre desde una posición, y toda posición es relativa al lugar en que nos ubicamos. Por ello la proliferación de puntos de vista enriquece el desarrollo de un problema, y no es simplemente la expresión de un desacuerdo insuperable. Max Weber, notable sociólogo alemán que escribió a comienzos del siglo XX,
… en Colombia sufrimos atávicamente el predominio de una cultura retórica y parlamentaria, orientada a persuadir, vencer en una causa, ganar adeptos, suscitar pasiones en cualquier dirección que sea, halagar la sensibilidad de un auditorio, provocar su imaginación o influir sobre su voluntad. El“ buen decir” y el virtuosismo verbal se imponen así, cuando lo que se quiere ante todo es la confirmación de la propia posición, y no la búsqueda de sentidos nuevos que se puedan llegar a convertir en patrimonio de todos los que participan en una discusión.