Agenda Cultural UdeA - Año 2000 NOVIEMBRE | Page 8

ISBN 0124-0854
N º 62 Noviembre de 2000
sobre su voluntad . El “ buen decir ” y el virtuosismo verbal se imponen así , cuando lo que se quiere ante todo es la confirmación de la propia posición , y no la búsqueda de sentidos nuevos que se puedan llegar a convertir en patrimonio de todos los que participan en una discusión . Una tarea urgente consiste , entonces , en llevar a cabo el aprendizaje de las condiciones mínimas que hacen posible el diálogo como un interés colectivo , y no simplemente como un instrumento al servicio de la imposición de una tesis o de la dominación social o política .
La primera condición del diálogo es el reconocimiento del valor y la legitimidad del interlocutor . No existe diálogo alguno cuando la actitud inicial consiste en descalificar de antemano al adversario . El otro es , por definición , alguien distinto a mí , dada su condición social , sexo , raza , posición o carácter ; pero las diferencias no pueden ser motivo para considerar que su discurso ocupe una posición inferior respecto del mío , o que deba ser evaluado sobre la base de condiciones diferentes de las que uso para evaluar mi propio discurso . La presunción de igualdad es una condición ineludible de aspiración a un diálogo efectivo .
Una vía regia para descalificar al otro consiste en convertirlo en un espejo de la propia imagen , o en un eco que repite mi propio discurso , cuya función sería corroborar con su asentimiento , pero no con su crítica , la validez de lo que yo afirmo . El otro es verdaderamente un interlocutor cuando le ofrezco todas las posibilidades de oponerse y diferir , porque reconozco su heterogeneidad respecto de mí , y acepto que tiene cosas para enseñarme . No
obstante , su desacuerdo no se puede convertir tampoco en el criterio de autocorroboración de mi discurso . La tolerancia no es una simple virtud negativa que consista en aceptar resignadamente la existencia de la posición adversa , sino un valor positivo significa asumir , en todas sus consecuencias y direcciones , el carácter creador y enriquecedor de las diferentes .
Por ello , la primera exigencia del diálogo es delimitar claramente las razones y los argumentos del interlocutor . No se debe “ caricaturizar para después criticar ”: hay que hacer todo lo posible para que el otro tenga sus mejores argumentos y los ilustre con sus mejores ejemplos ; si él mismo no los puede presentar , debemos inclusive ayudárselos a construir . Su error no debe ser el fundamento para imponer nuestra tesis ; el contrario , debemos contribuir a dar la mayor fuerza posible a su posición .
Lo que está comprometido en un debate no es la “ aniquilación retórica ” del oponente sino la búsqueda de una “ verdad que nos libere a todos ”, en el sentido platónico del