ISBN 0124-0854
N º 57 Junio de 2000 visitantes asiduos de los establecimientos carcelarios, los reformatorios, los asilos psiquiátricos. Anulkar Osorio publicó su Plegaria Nuclear de un Cocacola. Santiago García hizo el papel protagonista en la obra HK 111 de Gonzalo Arango. El hervidero de apariencia crapulosa guardaba el aspecto de un impredecible experimento espiritual. Y ejercía un influjo benéfico innegable en la cultura colombiana.
Poco a poco aparecieron nuevos adeptos en todas las provincias. Jotamario en Cali, Alfredo Sánchez, Elmo Valencia, Diego León Giraldo, Jaime Jaramillo Escobar que con prudencia serpentina firmaba sus poemas como X-504. La chispa pegó en Venezuela, Ecuador, México, Argentina, Perú. Donde surgieron como la peste despelucados versolibristas, prosistas del desgarramiento, un arte nuevo. No otra retórica. Expresiones de la existencia cerrera. Y de la esperanza. Movimientos que pretendían trascender la literatura y el arte. Proféticos de un nuevo orden. Que por fin no vino. Dejando este sabor mezquino del presente. Neoliberalismo y opresión.
El nadaísmo pretendía ser mucho más que soberbia literaria y desorden en la cultura. En cada pueblo colombiano apareció algún raro proclamando la demencia de la poesía encarnando la crítica del orden establecido en palabra y en obra.
No es cierto que el nadaísmo fuera una imitación servil y anacrónica de movimientos internacionales del pasado. Fue una floración necesaria, nacida del asco y del presentimiento de un mundo distinto, de una vida a otra, una búsqueda liberadora. El nadaísmo fue apertura. Un milagro, en un país conservador y dogmático, propiedad del cura y del cacique político, donde se seguían escribiendo décimas pastoriles y sonetos diamantino s en medio de los peligros de la guerra fría, mientras el hombre desgarrado se asomaba a las estrellas y descomponía el átomo.
La literatura nadaísta es diversa, de muchos registros. Es difícil emparentar la escritura de Anu1car Osorio con la de Gonzalo Arango o Jotamario o Jaime Jaramillo. Había cosas que nos unían más y nos importaban más que la literatura o un programa: la autenticidad y la amistad, y el sentimiento de que la vida merece ser vivida.
Un repaso de la literatura
Antes del nadaísmo, Fernando González, García Márquez, Aurelio Arturo, Mutis, fulguraron solitarios. Los Panidas palidecieron junto a las personalidades poderosas de León de Greiff y Fernando González. Pero ningún movimiento generacional dejó como el nadaísmo una estela que aún dura, como actitud vital. A pesar de que la obra de los nadaístas vivos, en marcha, está en pleno desarrollo. Y la de los muertos sigue siendo casi desconocida, inédita casi toda. Todo sigue sin ordenar ni valorar, como tantas cosas en la cultura y en la vida colombiana, sembrada de falsas glorias, de prosa oficiosa, de héroes de hojalata, donde las actividades más importantes siguen siendo los chismes de las intimidades ajenas y la política.