Agenda Cultural UdeA - Año 2000 JULIO | Page 6

ISBN 0124-0854
N º 58 Julio de 2000 década del cuarenta . Los liberales siempre odiaron ese tiempo conservador , que sólo la sirena de la industria rompió en los años cuarenta . Las campanas ordenaban la vida cotidiana . Tocaban al alba y la gente tomaba los “ tragos ”. Tocaban a las diez de la mañana y la gente tomaba la “ mediamañana ”. A las doce en punto , y la ciudad se paralizaba , los hombres se quitaban el sombrero y las mujeres rezaban el ángelus . La imagen de Millet no era extraña en los alrededores de esta pequeña ciudad . A las cinco de la tarde , misa , y a las ocho de la noche , la ciudad , por orden de las campanas , se dormía . Pero estas campanas también contaban cuando alguien se moría y cuando la guerra de los mil días nos visitaba . A veces las campanas servían al gobierno para anunciar la ejecución , en el “ garrote vil ”, de algún alma descarriada , o para citar a los vecinos y luchar contra alguno de los incendios . Solamente una vez tocaron para la libertad : el día en que los esclavos
fueron liberados .
Son las doce . Las campanas repican , pero la ciudad no se da cuenta . La lucha de las campanas se perdió ante el timbre del metro que se alista para cerrar sus puertas . El tiempo ya no es controlado por las campanas sino por los horarios del metro , esta nueva catedral de la modernidad , que trata de organizar una ciudad , que se mueve con tiempos tan diferentes . A este Parque lo atraviesan muchos tiempos en una lucha por disolverlo . El tiempo cada día ordena menos esta ciudad . Cada día la prisa es diferente , como un traje que cada cual se pone para navegar en este parque que se disuelve como espacio significativo para ser un espacio de paso , la antesala de una estación de metro , casi invisible para aquellos que lo usan .
Hoy un reloj acompaña las campanas . Inútil y solo , nada puede hacer contra el tiempo de los relojes japoneses .
Los ciegos . Los vendedores de lotería
Cierro los ojos . El parque ya sólo es un andén amplio para el metro . Una estación donde la gente corre para llegar al trabajo asustando las palomas , únicos actores permanentes que , con la estatua de Pedro Justo Berrío , ven lo que pasa por este espacio .
Trato de identificar olores , pero sólo siento una agridulce sensación de gasolina . Hace calor , esta ciudad comienza a ser caliente , en sesenta años el concreto y la ausencia de verde nos han hecho pasar de una ciudad que en la primera guía de Medellín se vanagloriaba de gozar de un clima primaveral con una temperatura entre los dieciséis y los veintidós grados , a una ciudad de treinta a treinta y dos grados . La ciudad ha perdido sus olores , disfrazándolos con los olores de una asepsia que más bien parece esterilizar nuestro recuerdo y llevamos a olvidar el olfato para identificamos .
Los sonidos son más identificables . En el fondo el ruido sordo y parejo de