ISBN 0124-0854
N º 58 Julio de 2000
Historias de un parque
Los actores
Por: Ramiro Henao Vélez
El espacio
¿ Qué es un Parque?, me pregunto. Podría responder, como urbanista, que un espacio ordenador alrededor del cual se construye una ciudad, pero yo sé que es algo más: la memoria donde leer cómo nos fuimos encontrando y alejando, el escenario donde lo cotidiano nos fue marcando, haciendo. Somos el producto de un proceso y la respuesta a un ser urbano.
Este parque fue un
Hundertwasser. El jardín de los muertos felices.
espacio de conquista, de avanzada, construido según las leyes de Indias, trazado y trasladado, perseguido por los fenómenos naturales, como inundaciones, pestes y, sobre todo, ausencia de vida. Era una plaza para asentar los tres poderes: La religión, el Estado y la burguesía. Para fundar y no para crear. No tuvo la importancia de ser construido sobre una antigua cultura. Sólo era un punto más de avanzada hacia la búsqueda de una quimera: El Dorado.
La iglesia, en la esquina nororiental, férrea guardiana de la fe. De una fe de carbonero que como estas montañas nos ha abrigado. Fue el sitio de la prédica y del regaño, de los grandes entierros, de las festividades de Semana Santa, de la guerra santa entre liberales de la ciudad y campesinos terratenientes conservadores. La iglesia ocupó la plaza y sus calles en los grandes eventos, acentuó las diferencias entre aquellos que habían llegado a este“ valle de lágrimas”, y los ricos que se constituyeron en guardianes de la fe.
Las campanas
Estas campanas tienen nombre, se llaman“ Las Pascacias”, porque las donó don Pascacio Uribe, un terrateniente conservador, para que la iglesia se volviera la dueña del tiempo. Las campanas son el rezago de la tradición, ellas controlaron el tiempo de esta ciudad hasta la