Agenda Cultural UdeA - Año 2000 FEBRERO | Page 7

ISBN 0124-0854
N º 53 Febrero de 2000 de que la locura es la pérdida de la memoria. Don Quijote conserva la memoria de las edades heroicas, es el mundo quien la ha perdido. Por eso la humanidad lleva cuatro siglos discutiendo si don Quijote es un loco de atar suelto por un mundo normal, o si es un hombre sensato, inclusive para algunos el más sabio de los hombres, en un mundo que ha enloquecido. La escritura fue invocada cuando la memoria oral parecía insuficiente o cuando se la veía amenazada; la imprenta apareció en momentos en que empezaban a perder piso las tradiciones largamente establecidas de los pueblos de Europa. Todo esto puede parecer ahora un poco lejano para nosotros. Pero tal vez estas reflexiones tengan que ver de un modo más directo con nuestra realidad, tal vez, inclusive, tengan que ver de un modo dramático con nuestra realidad in mediata. Porque lo siguiente que hay que decir es que América, esta tierra en que vivimos y soñamos, fue descubierta( usemos todavía ese dudoso término) poco después de la invención de la imprenta. Es decir, nuestro continente irrumpe en la historia de Occidente, y la historia de Occidente irrumpe en nuestro continente, exactamente en el mismo momento en que empieza a desmoronarse la tradición
de esa otra memoria, anterior a los libros impresos. Y no sólo se debilitó o se esfumó por entonces la memoria oral de los pueblos de Europa, sino que la Conquista de América representó la cruenta y salvaje eliminación de la memoria de incontables pueblos que, además, permanecían en su gran mayoría sujetos a la tradición oral como principal forma de conservación de su pasado, de sus costumbres, de sus culturas. Hay que imaginarse al capellán Vicente de Valverde exigiendo al lnca Atahualpa que besara con veneración ese objeto de planos superpuestos hechos de seca materia vegetal exornada de signos y coloreada, donde estaba toda la sabiduría del mundo. Atahualpa, que nunca había visto un libro, arrojó la Biblia por la tierra, y ese hecho basto para que los invasores se sintieran autorizados a masacrar a todo un pueblo.
Es como si dijéramos que la reciente cultura del libro comenzaba a destruir la largamente establecida memoria oral americana. Había también en nuestro continente una cultura escrita, pero estaba en poder de unos cuantos iniciados y no parecía haberse extendido hasta ser la depositaria de la memoria
colectiva. Como nos lo cuenta el libro La visión de los vencidos, los sabios aztecas intentaron salvar los códices donde estaba pintada la tradición de su pueblo, entregándolos a los capitanes victoriosos, pero éstos soltaron contra ellos sus perros de presa.
Y a tres sabios de Echécatl( Quetzalcóatl), de origen tetzcocano, los comieron los perros. No más ellos vinieron a entregarse. Nadie los trajo. No más venían trayendo sus papeles con pinturas( códices). Eran cuatro, uno huyó: sólo tres fueron alcanzados, allá en Coyoacán.
También tardamos siglos en descubrir que las estelas mayas no eran relieves ornamentales sino una escritura logográfica donde se conserva la memoria de aquel pueblo, sus ritos, sus saberes; pero en América la escritura no había llegado a sustituir a la tradición oral, y a ello se atribuye el que tantas culturas indígenas hayan podido ser abolidas de un modo irreparable.
Pero es importante preguntarse qué era lo que empezaban a obrar los libros en el alma de Europa. El Renacimiento surgió de una relectura de los textos antiguos y a menudo permitió que los pueblos escaparan al dogmatismo