Agenda Cultural UdeA - Año 2000 DICIEMBRE | Page 17

ISBN 0124-0854
N º 63 Diciembre de 2000 la pena reflexionar en esta época del año , sobre lo que representa el acto de “ compartir los alimentos ”, de comer colectiva o grupalmente y , a su vez , intentar seguir las rutas del intercambio de éste , el cual va desde los íntimos lugares barriales , hasta los más distantes puntos geográficos . Cada persona trasmite sus sentimientos por medio de una bandeja de natilla , de unos buñuelos , y , muy probablemente , tendrá que esperar hasta el próximo diciembre para recibir ese mensaje de sus parientes , amigos y conocidos , y así poder saborear la relación que los une , y que , por muy distante que se esté , son reunidos en torno de la Navidad , para volver a sentir quiénes son los nuestros , quiénes son los míos . Si cada uno de nosotros conmemora esta experiencia , podría inclusive darse cuenta de que , en muchas de sus casas , es más lo que se comparte que lo que finalmente es consumido . Se trata de la ruta de los afectos vestida de natilla y de buñuelo , de hojuela y de manjar .
Los buñuelos y la natilla no son sólo sinónimos de viajeros de la identidad y de la memoria de esta época . Son también
sinónimos de colectividades que se congregan en tomo de la preparación comunitaria , para celebrar las novenas , las “ marranadas ” y los “ sancochos ”. La época navideña , que inicia el 7 de diciembre y se extiende hasta el 6 de enero , es una posibilidad de interacción para distintos grupos de personas alrededor de las festividades de fin de año . ¿ Cuántos se reencuentran , se vuelven a ver en función de este tiempo festivo , sagrado y profano ? Es necesario reconocer el papel aglutinador de la Navidad en nuestro contexto , para entender la importancia de la gastronomía como elemento contundente en la consolidación de nuestra identidad regional .
En ese sentido resaltamos cómo , en función de la organización de las novenas , así como de la preparación de la natilla , de los buñuelos y de las “ marranadas ”, diversos grupos de familiares , amigos , vecinos y paisanos llegan a los diferentes centros de celebración , y ponen en juego múltiples recetas y fórmulas para preparar y consumir lo cocinado . Entre todos se distribuyen las tareas
alrededor de la natilla y de los buñuelos : los unos muelen el queso , los otros organizan la paila y el aceite , mientras otros se disponen a conseguir la leña y el carbón . Cuando el día comienza , ya hay quienes están pendientes del maíz , de la panela , y , a su vez , ya hay quienes están en función de la leche que se utilizará . Lo mismo podemos decir en torno de las “ marranadas ” y los “ sancochos ” navideños .
Valdría la pena hacer un balance de las diferentes natillas que durante esta época navideña y de fin de año circulan por nuestras vidas ; cuántas de ellas las “ tenemos que comer ”, cuántas ni siquiera las intentamos probar , y de cuántas estamos pendientes durante todo el año no sólo para consumidas , sino porque representan parte de nuestra historia patrimonial culinaria , y porque de una u otra forma están cargadas de ese recuerdo de un momento antes compartido . Ni hablar de los inolvidables buñuelos de la Navidad cargados también de la memoria y de la identidad tradicional antioqueña .