ISBN 0124-0854
N º 59 Agosto de 2000
“ tipinaguas ” indias , “ tamboriles ” tocados por manos de negros , y “ marugas ” que serían idénticas a las “ maracas ” descritas por el Padre Jeán de Lery ( Le voyage au Brésil 1556-58 ) y que fue un instrumento tan universalmente americano ( hoy incorporado al arsenal de la batería sinfónica ) que aparece tocado por un ángel , en más de un “ concierto celestial ” esculpido por artesanos coloniales en santuarios barrocos de nuestro continente .
Así , los instrumentos de Europa , de África y de América , se habían encontrado , mezclado , concertado , en ese prodigioso crisol de civilizaciones , encrucijada planetaria , lugar de sincretismos , trasculturaciones , simbiosis de músicas aún muy primigenias o ya muy elaboradas , que era el Nuevo Mundo . El ya viejo romance hispánico se mezclaba con las percusiones africanas , y con elementos de expresión sonora debidas al indio - aunque , en melódico , en el melos , el indio permaneciera más fiel a las ancestrales tradiciones de escalas ( y esto se observa todavía a todo lo largo del espinazo andino ) distintas del sistema en que estaban concebidas las músicas venidas de Europa … Pero el hecho fue que , de repente , la Iberia de donde habían salido los conquistadores -la de “ los parientes que habían quedado en casa ” sin solicitar su reglamentario asiento en los registros de pasajeros a Indias de la Casa de la Contratación de Sevilla- se vieron invadidos por unas “ endiabladas zarabandas ” que , al decir de Cervantes ( véase : El celoso extremeño ) eran “ nuevas en España ”. Y , con las diabólicas zarabandas , una chacona , no menos remeneada , que , según Lope de Vega : “ De las Indias a Sevilla -ha venido por la posta ”. Y , tras de esto , un “ fandango ” que , según el Diccionario de Autoridades , era “ baile introducido por los que han estado en los reinos de Indias y que se hace al son de un tañido muy alegre y festivo ”. Danzas mulatas , danzas mestizas - ¡ y a mucha honra ! - , danzas alegres , música bastante “ pop ” para la época , que el Padre Mariana ( 1536-1623 ) condenaría en su austero “ Tratado contra los juegos públicos ”, afirmando que “ la zarabanda era tan lasciva en sus letras , tan impúdica en sus movimientos , que bastaba para incendiar el ánimo de la gente -aun de las más honestas ”. Pero tal poder de penetración tendría la bullanguera novedad venida de Indias , que Cervantes llega a hablarnos de unas “ zarabandas a lo divino ” que se habían colado en las iglesias , promoviendo , a fines del reinado de Felipe II , un severo interdicto -muy poco observado , en
realidad … - que se nos hace más claro cuando sabemos que , en Cuba , a mediados del siglo XVII , el obispo Vara Calderón se vería obligado a prohibir que se diesen “ bailes públicos en las iglesias ” ( sic ) y que se alquilaran negras y mulatas “ para que gimieran en los funerales ”. España nos había mandado el romance y el contrapunto ( Silvestre de Balboa nos habla de un motete compuesto y cantado en Bayamo , en 1604 ), en tanto que las partituras del admirable Francisco Guerrero sonaban ya en nuestros templos , donde sus obras eran preferidas a las de otros maestros peninsulares , acaso porque el músico sevillano , de temperamento más liviano que el dramático y ascético Morales , era muy aficionado a componer canciones y villanescas … Pero nosotros , a cambio , mandábamos ya a España , en los tempranos días de nuestra colonización ( colonización muy relativa , en fin de cuentas , si se la estudia a la luz de una dialéctica más actual …) una música dotada de caracteres propios que no tardaría en universalizarse … Faltaban pocos años para que el Cardenal de Richelieu bailara la zarabanda con Ana de Austria -aunque zarabanda llevada en tiempo más grave y con menos “ lascivia ”, seguramente , que las que tanto hubiesen escandalizado al buen Padre Mariana .